Capítulo 14

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CAPÍTULO        14

- ¿A que no sabes quién da una fiesta en su lujosa mansión?-Blade parecía de un gran humor esa tarde.

- Mm… veamos, yo no soy, así que…. ¿la reina de Inglaterra?

- Si, muy graciosa, ja… ¡Edward Petemberg! y como persona perteneciente a la gran élite estamental de Manhattan estoy invitado, pudiendo optar por ir acompañado de quien yo elija.

- ¿Y quién será esa afortunada persona? - Estaba demasiado ocupada quitando los restos de chocolate de una mesa del Starbucks con una valleta, como para prestarle verdadero entusiasmo a la conversación.

- Así le quitas toda la gracia -Blade fingió ofenderse e hizo un mohín. Yo resoplé para quitarme un mechón de pelo rebelde de mi cara que no conseguía sujetar con la coleta.

- ¿Y ya te ha visto el resto de la alta sociedad con tu renovada humanidad? -Esbocé una mueca de fastidio mientras intentaba acabar con una grumosa mancha que se me resistía. El local ya estaba vacío y me había quedado encargada para recogerlo todo y cerrar cuando acabara.

-No me he dejado ver mucho últimamente, pero…  aquí viene lo mejor… es un baile temático, un baile de máscaras antiguo del siglo dieciocho, además van a ir humanos, así que no habrá ninguna sorpresa desagradable, ningún peligro. -Yo no estaba de acuerdo con lo del peligro, y la sorpresa desagradable estaba por ver, no le había dicho a Blade que conocía a Edward, porque si se lo decía  tendría que mencionarle de qué lo conocía, y aunque Blade no había hecho ningún comentario acerca de lo que había pasado en aquel tuburio, no quería tentar a  la suerte. La verdad era que me encantaría asistir a uno de esos bailes, hacía años que no acudía a ninguno, además, como guardaba todos mis vestidos, sabía que tenía uno perfecto para la ocasión, nunca está de más visitar viejos amigos, aunque ello te traiga trémulos recuerdos. Yo nací a principios del siglo XIX, pero el estilo de vida del siglo XVIII seguía presente.

Acabé de limpiar y recoger el café y me fui con Blade a The Moment, hacía tiempo que no pasaba y me apetecía relajarme un poco mientras me tomaba un Bourbon. Primero pasamos por mi casa a cambiarme, aunque tardamos más de la cuenta porque a Blade no le parecía bien eso de que me volviera a vestir, desnudarme perfecto, era un gran colaborador, pero a la hora de abrocharme el vestido, hubo un problema técnico con la cremallera, digamos que tuve que cambiar de opción y llevar el primer vestido al sastre.

Legamos a The Moment un poco acalorados y con el pelo revuelto, parecía una colegiada que reía despreocupadamente con él, notaba como iba cambiando mi persona, iba ¿madurando? jaja, no sabría decirlo con certeza. Nos sentamos en la barra, charlábamos tan apasionadamente que no me di cuenta de cómo me observaba una gran parte  del local, más bien, como me observaba la parte mágica del local. Me miraban de reojo, no lascivamente, sino con recelo, a una distancia prudencial. Noté una helada presencia a mi derecha. Instintivamente me giré, Christian me observaba con el semblante inexpresivo, incluso podría decirse que con un ápice feroz, me hizo una seña con su cabeza. Me giré hacia Blade y le encargué que le pidiera un Bourbon al camarero. El asintió y no hizo más preguntas, me trataba como a la libre persona que era, si eso ya se lo explicaría cuando volviera, me vio irme con Christian hacia fuera sin la menor consternación en su rostro, la experiencia de los años le había enseñado a ser respetuoso con la voluntad de cada persona.

Salí con Christian a una cierta distancia prudencial, era como si no quisiera que nos vieran juntos, aquello más que entristecerme o dolerme me cabreó. Yo le seguía porque sabía que se trataba de algo serio, sino no me hubiera dicho nada, como hasta ahora. Giró hacia el famoso callejón donde se solían encontrar inexplicablemente una gran cantidad de cenizas cada noche. Al parecer no éramos los únicos con la intención de usarlo, aunque con otros fines; una pareja se estaba pegando el lote entre los desperdicios y restos de comida del local. Con un firme “fuera” ordenado por Christian, los jóvenes se esfumaron, no era yo la única que notaba el semblante de Christian algo más serio que de costumbre, al parecer aterraba a las masas, no me sorprendía en absoluto. Entró en el callejón y se paró al fondo, justo de frente hacia mí. Yo le seguí algo inquieta, pero firme.

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