Capítulo 22

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Capítulo              22

Ya habían pasado cinco meses desde que aquel ser había sustituido a Shira, cinco meses desde que encontré su cuerpo tendido en el suelo, cinco meses desde que la llevé al hotel y la dejé allí. La usurpadora hacía vida normal, estaba viviendo la vida de Shira, incluso se creía que era ella. Al parecer iba a clase, se relacionaba con sus amigas… Pero aparte del físico no se parecía en nada a ella. Shira poseía esa esencia que la caracterizaba, esa presencia, esa pasión que me salvó de mi prisión. Cerré los puños ante la rabia contenida. Estaba en mi cuarto, para colmo estaba sonando el estribillo de la canción de MCLAN, La sopa fría. Mientras amartillaba mi cabeza te fuiste a Moscú, me dejaste sin menú, soplándole a la sopa fría … me incorporé por fin en la cama, llevaba horas tumbado, esbocé una mueca de dolor al flexionar mi estómago. El duro entrenamiento me había dejado secuelas. Fui al baño y me mojé la cara con agua fría. Mis ojos me dedicaron una escalofriante mirada desde el otro lado del espejo. Eran dos trozos inertes de hielo. Un pitido me sobresaltó, era el busca, Edward requería mi presencia en su despacho de la mansión. Con suerte tendría otra misión.

Aparqué el coche nuevo y subí las escaleras traseras para llegar antes a su despacho. Llamé con dos golpes de nudillos a la puerta y la barítona voz de Edward me contestó desde el otro lado de ésta.

-Adelante. -Entré sigilosamente, tal y como me habían enseñado desde que nací.

-¿Me requerías? -Edward giró su asiento hacia mí, últimamente siempre miraba por la ventana.

-Si. -Tras una breve pausa prosiguió. -La cosa se ha alterado en Tokio, Jeff no da señales de vida, y Hiko sigue por las calles. -Asentí con la cabeza.

-¿Cuándo estará todo listo para mi marcha?

-No es tan sencillo, no estamos seguros de que Jeff este muerto.

-¿Quieres decir que se ha unido? ¿Ha sucumbido?

-Probablemente. Ya sabes lo que tienes que hacer sin nuestras sospechas son acertadas. -Asentí con la cabeza, nunca me cayó bien Jeff. No era el primero que sucumbía, el tráfico de energía cada vez iba a más, los adictos aumentaban estrepitosamente. Me gustaba la idea de tener dos objetivos en la misma misión. Comencé a planificar mentalmente las armas que me llevaría.

-¿El dosier? - Como mi trabajo, la información con la que contaba también debía ser exacta y precisa.

-Mañana lo recibirás. -Me giré dando por finalizada la conversación. Desde hace cinco meses me incomodaba demasiado la presencia de Edward, su mirada penetrante me recordaba una y otra vez que no llegué a tiempo. No es el hecho de haberlo decepcionado a él y a mí mismo, sino el agrio recuerdo. Necesitaba tiempo, no sabía cuanto, pero lo necesitaba.

-Espera Christian.

-¿Si?

-¿Has ido este mes? -Desvié la mirada claramente incómodo.

-No. -Mi voz sonó demasiado grave.

-Recuerda el trato.

-No entiendo por qué debo ir.

-Porque no estamos totalmente seguros de que “ella” haya desaparecido. -Bufé alterado.

-Por supuesto que allí no está, no hay ni rastro de Shira. -Pronunciar su nombre me producía un terrible tormento, que junto con mi trabajo era lo único que me hacía sentir vivo. Mi antídoto.

-”La esperanza es lo último que se pierde”.-Ya estaba otra vez filosofando, cuando comenzaba a recitar citas mi instinto letal se disparaba. Pero lo cierto era que, aunque no quería reconocerlo, yo ansiaba que Edward tuviera razón. -El trato era que yo te dejaba seguir trabajando “en tu condición” -resoplé ante la alusión a “mi condición”, Edward creía que yo no estaba completamente bien como para trabajar, pero se equivocaba. -a cambio de que una vez al mes fueras al instituto a estudiar cómo evolucionaba.

Incandescente PUBLICADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora