Capitulo 19

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                                 CAPITULO             19

Inspiré profundamente al bajar de avión dejando que el húmedo aire de Seattle se metiera en mis pulmones reavivando mis recuerdos. Cogí mi equipaje de la cinta transportadora y llamé a un taxi en la abarrotada salida del aeropuerto. Me llevó hacia una gran casa a las afueras, la más cercana a estar en plena naturaleza, ésa era. Sonreí para mis adentros, no era a la única a la que le gustaba vivir a mi aire. Le dejé algo de propina al taxista, “¿para qué me serviría el dinero al lugar donde voy?” Iba a abrir la puerta de la rústica casa de piedra con amplios ventanales cuando alguien la abrió desde dentro. Reconocí aquellos bucles dorados y aquel rostro resplandeciente. Luz me sonrió de alegría mientras me estrechaba entre sus pequeños brazos, su olor a fresas me envolvió. Era unos centímetros más baja que yo, de una figura que parecía algo delicada, pero apenas se le notaba, ya que iluminaba cada estancia en la que se encontraba. Sus brillantes ojos grises recorrían cada centímetro de mi cuerpo emocionados, aunque lo peor era cuando me miraba a los ojos, tenía la mirada tan profunda que con aquella intensidad  parecía que te hubiera leído el alma de cabo a rabo. No era un gris apagado y melancólico, como los añorados ojos de Christian cuando se turbaba, sino que era un plateado brillante, casi transparente, eran de lo más impactantes. Aunque todos lo elementos tenían ojos impactantes, distintos, ya que eran el reflejo de su esencia, los de Luz resultaban extraordinariamente inhumanos.

-Cuanto tiempo, te hemos echado de menos. -Su voz tampoco se quedaba atrás, sonaba tan armoniosa y delicada como un arpa, era como la imagen de un ángel.

-Yo también a vosotros. -Entré en el que una vez fue mi hogar, recordaba su amplitud, sus habitaciones empapadas de luz. Era reconfortante. Me encaminé a mi antigua habitación, estaba en el segundo piso, subí las escaleras de madera, entré en mi habitación y dejé mi maleta sobre la cama. Estaba tal y como la recordaba, una cama doble y un armario empotrado, nada más. Una brisa revolvió mi cabello, sonreí para mis adentros.

-¿Sabes que hay que llamar antes de entrar? - Mi voz sonó sorprendentemente alegre.

-Si, la confianza da asco ¿verdad? -Me giré y contemplé a Will apoyado en el marco de la puerta. Ambos sonreímos y nos fundimos en un abrazo. Al acercarme a él recordé su presencia, era como si una corriente de aire recorriera cada centímetro de su cuerpo, y cuando te acercabas se trasladaba a ti. Nunca conseguí acostumbrarme al continuo revoloteo de mi  pelo en su compañía, y el de una calida brisa recorriendo mi piel a cada segundo, era agradable, pero siempre en movimiento, debía resultar agotador, aunque no para Will, si para Selena, su compañera, “Aqua“. Eran los únicos compañeros elementos, era espectacular verlos, aunque a mí me resultaba algo doloroso, y supongo que a Luz igual. Will era bastante alto, por encima de la media, siempre tenía el pelo revuelto, es lo que tiene el continuo movimiento. Era de un color plateado, parecido al de los ojos de Luz. Sus ojos también eran plateados, indefinidos, en continuo cambio. Tenía unas encantadoras pecas en lo alto de las mejillas que le daba un aspecto risueño y adorablemente infantil.

-Me alegro mucho de verte.

-Si, yo también. -Su voz siempre tenía un aire travieso, aunque se notaba claramente cuando cambiaba de contexto, podía llegar a pronunciar un estridente tono que te calaba los huesos. No tanto como el de Edward, ya que era el miedo personificado, aunque nunca le había oído usarlo, y sinceramente esperaba no hacerlo. Aunque a Will sí le había oído alguna vez hablar en un tono tan profundo como amenazante.

-¿Dónde están Aqua y Diana? -Selena era el antiguo nombre de Aqua, cuando supo lo que era se lo cambió, se enfadaba cuando alguien la llamaba por su antiguo nombre.

-Agua estaba llegando y Diana ya sabes como es, esta en el bosque, lleva un par de semanas allí internada, pero supongo que habrá notado tu presencia y estará de camino, seguro que se lo han dicho los manzanos. -Ambos reímos ante el comentario. Diana era el elemento de la tierra, le encantaba estar al aire libre rodeada de naturaleza, perdía completamente la noción del tiempo, estaba poco en la casa, desaparecía y a veces no se volvía a saber nada de ella en meses. Podía comunicarse con las plantas, era un verdadero espectáculo verla hablar con las calabazas y los calabacines, acuciándolos para que crecieran. No es que los vegetales le hablaran, sino que podían transmitirle sensaciones, era de lo más curioso.

Incandescente PUBLICADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora