Capítulo 24

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                                    CAPÍTULO    24

 

Estaba en mi temporal piso franco, acababa de darme una ducha y ahora perfilaba los detalles de mi planeado próximo día. Como bien sabía Jeff, cuando alguien fallaba una misión -por diversas razones, como la muerte, contratiempos, y la peor, la adicción, como a él le había pasado - la empresa, es decir el monopolio de Edward Petemberg, mandaba a uno de los mejores. En este caso al mejor, a  mí, para así acabar con la faena sin dejar ningún rastro. La gran empresa de Edward contaba con una cuantiosa cantidad de los mejores mercenarios que el propio Edward se encargaba de reclutar. Yo había sido una excepción, a mí me adoptó, pero al resto les proporcionaba un inmejorable trabajo, el sueldo era desorbitado, pero cuando alguien no hacía bien su trabajo se pagaba caro. Ser asesino a sueldo era un trabajo que requería una gran concentración como destreza física, por lo tanto eran trabajos poco duraderos. Como en el caso de Jacel, dejó el asesinato para trabajar en el espionaje, lo que nosotros llamaríamos papeleo. Pero si se deseaba se podía dejar el trabajo en cuanto se dispusiera. Simplemente dejabas de aceptar encargos y listo. No había riesgo de que alguien se fuera de la lengua, ya que después de haber visto de lo que éramos capaces, nadie sería tan estúpido como para retarnos, firmaría su propia sentencia de muerte. Jacel hace tiempo que dejó de aceptarlos, desde que tuvo a su hijo no poseía tanto tiempo, era un trabajo demasiado costoso el de la empresa. Pero Jacel seguía haciendo pequeños favores, a mí, o a algún otro compañero de confianza. La amistad que aquí se forjaba era muy apreciada y benefactora. Se rige bajo “hoy por ti, mañana por mí “.

No necesitaba dormir, con lo cual me puse en marcha a las cuatro de la mañana. Había dejado a Jeff para el final, él sabía lo que le esperaba, por ello le había querido dar tiempo para fomentar su angustia. Debía reconocer que me daba coraje tener que matarle, ante todo Jeff había hecho su trabajo competitivamente, existía cierto respeto por él, no me gustaba tener que matar a uno de los míos, por encima de todo fue un buen hombre, pero el consumo de energía acaba con todo ello.

Aquellos eran mis pensamientos mientras caminaba por la solitaria calle en dirección a su piso, llevaba las manos en los bolsillos, mis prendas de vestir ordinarias de mi trabajo; me gustaba el estilo ninja, y a Heiless en mi espalda.

Legué a su destartalado edificio, “¿cómo se podía haber fundido ya toda su pasta?” no creía que eligiera ese bajo nivel de vida por su propia voluntad. Debía haber consumido una gran cantidad de energía, más de lo que creía, eso hacía más difícil el trabajo. Subí las escaleras hasta el último piso, en los “asquerosos” rellanos, llenos de porquería podía oír algunos gritos de los “cuestionables inquilinos” de aquellas viviendas. La puerta de Jeff estaba abierta, me estaría esperando. Podría ser peligroso que Jeff tuviera tanta energía metida en el cuerpo, debería ir con suma atención. Empujé la puerta cuidadosamente y entré el lo que parecía una simple habitación, debido al reducido tamaño. Jeff estaba sentado en una butaca que giró al sentirme “si, tipo película de James Boond”, su rostro estaba demacrado, olía a algo intensamente deplorable. Tenía un vaso ancho de whisky en la mano derecha y unas cuantas botellas vacías, a la vista tiradas por el suelo. Me centré en su expresión, los productos de la energía estaban avanzados por sus facciones, tenía un aspecto parecido al de Hiko, sus rasgos se asemejaban a algo sobrenatural. Sus aún humanos ojos escondían el miedo que su expresión trataba esconder. Su sonrisa crispada intentaba resultar amenazante, pero un breve temblor lo delató.

-Hola Christian. -Su voz sonaba más profunda, como sumergirse en un abismo totalmente oscuro donde el aire comienza a espesarse, tú intentas agarrarte a los resquicios mientras esa neblina se apodera lentamente de tu cuerpo ahogándote sin miramientos. Simplemente asentí, no quería demorar lo que venía a hacer, además, no pretendía llamarle por el nombre que una vez tuvo ese cuerpo. Le dediqué una helada sonrisa y me dispuse a desenfundar a Heiless. -Veo que vas directo al grano, un tanto descortés por tu parte, ¿no quieres tomar nada? -Profirió una risa desesperada.

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