Capítulo 40

465 30 0
                                    

               CAPÍTULO    40

 

Estábamos en una cafetería de carretera, Christian había decidido parar a desayunar, habíamos viajado por carretera dos horas desde que habíamos aterrizado al norte de Canadá. El ambiente era húmedo y tranquilo, mi primera impresión de Canadá era agradable, me gustaba aquella sonriente población y sus camisas de cuadros.

 Mis tripas dieron un doble salto mortal cuando vi a la camarera acercarse con el plato de tortitas con bacon que había pedido; eran la especialidad del establecimiento, y yo estaba deseosa de hincarles el diente. La camarera lucía sin gracia pero con carácter el típico uniforme de cafetería típico que en tantas películas había visto. Era de mediana edad, pero sus ojos poseían aquel brillo de vida propio de personas fuertes y decididas. Dejó mi plato enfrente de mí, preguntó si deseábamos algo más, oía de fondo como Christian le decía algo, pero mi atención estaba por completo en aquella maravilla de la naturaleza. Probé un bocado y una fuente de sabores y sensaciones con un resultado orgásmico bajó a mi estómago. Vi a Christian mirar mi expresión con curiosidad. Seguí comiendo, le pillé observando mi plato.

-¿Quieres probarlas? –Le ofrecí un trozo jugoso y apetitoso. Me identifiqué con Eva en el paraíso, tentando a Adán.

-No necesito comer, ya lo sabes. –Su voz sonó automática.

-Hacemos cosas que no son estrictamente necesarias para funcionar, pero sí lo son para vivir. –Ante mi sorpresa pareció rendirse a la tentación y cogió mi tenedor, lo introdujo en su boca y saboreó la ración. -¿Te gusta?

-Mm, hacía tiempo que no probaba algo tan bueno.

-¿Hace cuanto que no comes nada?

-No lo recuerdo. –Se encogió de hombros sin darle importancia, pero a mí me dio lástima.

-Podrías pedirte un plato. –Mi sugerencia se quedó en el aire.

-No. –Sería extraño que cambiara de la noche a la mañana.

-Dime una cosa, ¿no te sientes mal al trabajar como sicario de Edward? –Ante mi inesperada pregunta torció el gesto.

-Yo no lo llamaría sicario, pero no, no me siento mal, si yo no hiciera lo que hago alguien tendría que hacerlo.

-¿Por qué? ¿Por qué es necesario que alguien mate a criaturas inocentes?

-Shira, no son criaturas inocentes.

-¿Ah, no? ¿Acaso los Broowlings no lo son? Son seres incapaces de dañar a nadie. –Edward me había explicado su forma de conseguir energía, cómo Christian vaciaba a los Broowlings tal y como Electro pretendía hacerme, con solo pensar en ello un escalofrío me recorrió de arriba abajo.

-No los corruptos. –Ante aquella respuesta me quedé en blanco. “¿Broowlings corruptos?”

-¿A qué te refieres?

-Existen dos tipos de Broowlings, las criaturas inocentes que tú conoces y los seres corruptos que comercializan ilegalmente con su energía corrompiendo el equilibrio.

-Entonces, ¿tú solo matas a Broowlings corruptos y a seres metidos de esa energía? –Él asintió con la cabeza y fui consciente del alivio que comenzó a crecer dentro de mí.

-Ah.

-¿Creías que iba por ahí quitando la vida de seres por capricho de Edward? Yo también tengo mi propio criterio Shira. –Mis mejillas se tiñeron de un color rosado mientras daba vueltas a mi plato con mis dedos indecisos.

Incandescente PUBLICADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora