Capítulo 9

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Afortunadamente la casa no carecía de ventanas. Tuvo la ventaja de indagar antes de entrar para ubicar donde se localizaba el diccionario y minimizar su estadía ahí para encontrarlo. Lo cual fue en un inicio una de sus preocupaciones... o lo hubiera sido.

     No.

     En un principio sólo le desconcertó la soledad que abundaba. No en su lugar habitual, sino que cuando se adentró todavía más al bosque, éste gozaba de la ausencia de individuos fuera de los insectos habituales o algún otro animalito vagando por esos lares, lo cual únicamente se veía interrumpido por la presencia de Killua.

     No era un mal augurio, pero activó una ansiedad en él que muy pronto se transformó en un fuerte presentimiento proveniente de razones que no identificó sino hasta después. No era el hecho de cruzar el límite que Zeno le impuso, tampoco era el temor de que lo encontrara ni la aplastante tranquilidad de estar solo ahí.

     Una vez que dio con el pesado libro y se mitigó su temor de ser descubierto en la casa al adentrarse, continuaba la premura del tiempo; ahora no era por pasar más tiempo del que debía.

     Sigiloso, se encaminó a cada una de las ventanas, en parte para buscar indicios de alguien aun despierto, y para encontrar al rubio. De paso buscaba por cual de todas podía introducirse a la casa: —Maldición— susurró con los labios levemente fruncidos, a la nula posibilidad de entrar por alguna de todas las que había inspeccionado hasta ese momento.

     Killua añadió un nuevo objetivo al encontrar el vacío cuarto de Kura: asegurarse de abrir su ventana antes de irse. Si su suposición era acertada esa ventana debía estar disponible.

     Se lo tomó con calma, reprimió sus deseos de romper alguna ventana para entrar y se resignó a buscar otras opciones. ¿Por dónde podría entrar? Daba por hecho que las ventanas estarían disponibles con la confianza que inspiraba la soledad del lugar.

     'Sería una gran ironía que...' y giró la perilla de la única puerta exterior que encontró; posteriormente empujó. Casi se llevó la mano a la frente... casi se embarraba de lodo. En su lugar puso los ojos en blanco.

     Tenían las ventanas cerradas, pero no la puerta. Sin duda alguna, algo que no le sorprendía, ya que trataba sobre Kura.

     La duda de dónde estaba asaltó una vez que estuvo dentro del hogar. Únicamente vio a una pareja durmiendo en cierta habitación, pero por más que revisó en todas partes, no había ni una señal del rubio. Eso no lo hizo dudar ni un segundo de estar en la casa incorrecta; las veces que lo siguió sirvió para estar seguro.

     'Mejor si no está'

     Con extremo recato, atravesó el amplio cuarto, la vista incrustada en su objetivo y una mano estática gracias a los sutiles movimientos que ejecutaba, por el cuidado de no dejar ningún rastro de lodo en el suelo.

     Sujetó firmemente la columna del enorme libro e inclinó su mano libre para hacerse del diccionario sin emitir algún sonido. Tarea que fue fácil hasta que el polvo salió junto al diccionario e inoportunamente le hizo una mala jugada con las ganas de estornudar. Killua, se dejó caer lejos del libro y se sometió la insoportable tortura de evitarse estornudar (las torturas de Milluki, de pronto dejaron de ser tan aplastantes como creía antes).

     Con las ganas de estornudar esfumadas y el resto de polvo extendido únicamente en suelo, se talló con fuerza la nariz y pasó las hojas del diccionario sin la intención de alzar la amenaza del polvo de nuevo; lo cual lo llevó a pensar cuando le hacía falta a ese espacio ser aseado.

     —Perfecto —murmuró con ánimo para posteriormente buscar algún papel para escribir—. No... no —farfulló.

     Uno, otro, más polvo, y más libros sin querer cooperar en tener una hoja en blanco. 'De acuerdo, están en un lugar pequeño. No tienen muchas cosas que hacer, eso explica porque tanta lectura' ¡pero al menos alguna hoja en blanco debían tener! Debían... y así fue. Killua estaba por empezar a sudar, pero en lugar de eso, exhaló, sin tanta fuerza claro; maldito polvo. La emoción se le fue de las manos y arrancó una pequeña parte de la hoja dejando así una irregular concavidad, y el ruido de esta acción al aire. Por poco se llevó ambas manos a la boca... por poco. Miró a la habitación donde se encontraban los dos adultos y al no ver ningún movimiento se limitó a regresar a su trabajo de conseguir la hoja; arrancarla no era la respuesta así que hizo un limpio corte con su nueva habilidad.

ReverberaciónWhere stories live. Discover now