Capítulo 3

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—¡Duele...! —refunfuñó.

     Sus manos temblaban y, para colmo, alguien se acercaba corriendo. Desde el alba, estuvo empeñándose en su nueva técnica de asesinato, hasta el atardecer. Su abuelo era exigente, pero no lo reprendía; lo entrenó de una manera más tranquila de lo que Killua estaba acostumbrado.

     Se concentró y lanzó un último ataque al árbol para medir que tanto dominaba esa nueva técnica antes de ponerla en práctica con quien se acercaba. El impacto abrió una línea profunda en el tronco; fue mejor de lo que esperaba. Sacudió sus manos y se preparó para atacar.

     Su diestra aún seguía sensible por la herida que se ocasionó, pero eso no afectaba un nuevo ataque. Había enloquecido al escuchar a su abuelo. Le despertó para anunciarle que dejaría de hacer lo que le ordenó; uso exactamente esas palabras.

     Sus nudillos sangraban. Desvió la mirada del tronco en el que estampó su puño a la dirección donde arrojó el libro.

     Tres días, sólo tres malditos días.

      —Olvídalo, no lo harás, se acabó —declaró su abuelo.

     La rabia se esparció a cada rincón de su cuerpo y sintió que todo dio vueltas en su alrededor.

     Arrugó el rostro enfrentando la inexpresiva mirada de su abuelo.

     Justo cuando ya tenía todo resuelto.

      —¡Killua, silencio —amonestó —, deja de rabiar!

     La idea de volver a casa lo sulfuró. Con su humor actual estaba dispuesto a reprochar a su abuelo hasta la exasperación. Su desafiante mirada se suavizó y volvió sus ojos al tronco. Debió que haberlo visto venir, los trabajos eran fáciles, fue muy crédulo al pensar que realmente ese trabajo duraría un tiempo razonablemente largo, el suficiente para poder aprender el otro idioma.

     Contempló sus heridos nudillos y se preguntó a dónde habría ido a parar el libro. Lanzó el diccionario por su furia, con tanta fuerza que lo perdió de vista a lo lejos.

      —Los viste ¿no es así? —la confusión lo sacó del trance.

      —¿Los vi? —pronunció vacilando.

      —Vi el cuerpo, Killua, asesinaste a uno de ellos.

     La realidad lo golpeó con brutalidad. No, no fue uno. Escondió el cuerpo del primero en un terreno abandonado de siembra.

     Su intención jamás fue matarlo. La primera idea que cruzó su cabeza cuando vio al primer sujeto fue que estaba en graves problemas; engañar a un niño resultaba fácil pero un adulto no podría confundirlo. Sabría que no era del lugar.

     Vibras hostiles. El ambiente cambió de inmediato para Killua al ver la sed de sangre que emitía el sujeto; sus facciones eran duras y agresivas. Empuñaba un arma preparado para todo y avanzaba sin dudar.

     Iba directo a matar a Killua. Bajó su guardia, seguramente porque su objetivo era un niño. Su instinto lo llevó a aprovechar esa seguridad que tenía el sujeto para, en un veloz movimiento, cercenar sus brazos.

     Por un momento vislumbró un color escarlata en los ojos del contrario.

     La sangre salió disparada alcanzando la ropa de Killua. Cuando las gotas mancharon su rostro, hizo conciencia sobre lo que acababa de hacer. Convivir  fue la orden de su abuelo, no atacarlos ni asesinarlos. Lo hizo en defensa propia, pero eso no era justificación para fallar a su única tarea.

ReverberaciónWhere stories live. Discover now