Capítulo 21

130 15 5
                                    

Esa mujer quitó dos de sus lanzas, mirando despóticamente a los cinco frente a ella antes de hacer un ademán con el que les invitó a seguirla.

     La mandíbula de Leorio colgó con sus profundos jadeos, luchando por no perder la lucidez que se agotaba por cada respingo que Kite tenía contra su espalda. Inclinó sus cejas poco a poco en un esfuerzo por enfocar a las bestias que rugían por el camino que la peliverde tomó.

     Kite se estremeció con fuerza y Killua reprimió con ganas sus alaridos.

     Esto había sido la última razón por la que finalmente decidió ir con ella, después de que Gon avanzara primero que él lo que fue la segunda razón detonante.

     Seguirla era lo más obvio por donde fuera que se mirara, comenzando desde el hecho de que ella no acabó con ellos a pesar de haberlo podido hacer si hubiese querido, además de que parecía conocer el camino y mostrar confianza para evadir a las bestias. Pero ni eso superaba la razón primordial por la que decidió seguirla. Cierta característica especial que Leorio reparó en esa beatifica mujer de pelo verde: unos ojos que, si bien se asemejaba en gran a medida a los de Gon, hacía más obvios los rasgos en común que compartía con él.

     Estimulado por la confianza que había tenido en esa mirada por años, Leorio aceptó responsabilizarse por las consecuencias que traería su elección y corrió.

     Tomando un rumbo inequívoco, la mujer hizo crecer sus uñas para posteriormente fusionarlas y crear múltiples estoques que rodeó con nen para apartar sin retrasos a las bestias que encontraban oportuna su presencia, celebrando con rugidos estruendosos el bocado fácil que veían huir.

     Sigilosa y escurridiza, ella no aumentó su velocidad considerando la condición de sus nuevos acompañantes, siendo también lo suficientemente cuidadosa para reaccionar lanzando sus estoques a las bestias que atisbaba dirigiéndose a ellos.

     No era nada diferente a lo que ellos habían hecho todo este tiempo para sobrevivir a las persecuciones, lo que hizo que Gon fuera dolorosamente consiente de que esa formación donde él se encontraba en medio (esta vez por llevar cargando a Killua y Kurapika) estaba funcionando debido a que él estaba restringido a no tomar cartas en el asunto.

     Incluso Leorio podía correr sin la necesidad de parar para defenderse y, aunque esto pareciera poco, resultaba un grato descanso para ambos. Simplemente correr (aun con los pesos de sus compañeros) era relativamente fácil para ellos dos, que no lucharon contra el arácnido, y mentalmente estaban aliviados de saber que a cualquier bestia que viniera a ellos se le podría detener o cuando menos distraerlos el tiempo suficiente para evadirlos.

     No obstante, seguía siendo palpable la preocupación por encontrar pronto un sitio para atender a los heridos.

     Progresivamente, entre cadáveres que se retorcían por el veneno de sus agresores, los tres se adentraron entre las patas de seres alados con pelaje oloroso, tan colosales que de haber intentado volar, al primer aleteo, habrían arrasado más de la mitad del bosque junto a los cazadores y las bestias que eventualmente dejaron de seguirlos, intimidados por esas gruñonas criaturas.

     —¿Por qué ellos no vienen por nosotros? —preguntó Leorio en el volumen apropiado para ser escuchado por la de suéter holgado, pero no para atraer la atención de los colosos.

     Al ser la primera vez que intentaba hablar con ella, usó el idioma más usado en el continente conocido, con la certeza de que le entendería.

     —Medimos cientos de veces menos que sus garras más pequeñas, no les interesa comer algo así —explicó en un tono alarmantemente alto que hizo a ambos apretar los dientes al mismo tiempo al sobresaltarse— o no nos escuchan —añadió una vez que Leorio y Gon se dieron cuenta que ese volumen no atrajo a ninguna bestia.

ReverberaciónWhere stories live. Discover now