Veintidós: Hazte cargo de lo que debes

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Había olvidado el trabajo. Ni siquiera lo había comenzado, ni buscado un resumen en wikipedia al menos. Me había propuesto releer la obra y marcar las cosas que me sirvieran porque se suponía que debía ser una monografía bonita. Pero ahí estaba yo, haciendo el idiota delante de todos.

—Yo...

Se pegó el libreto al pecho y me miró con pena, como si yo fuera todo un caso.

—¿Qué voy a hacer contigo, Marco? —me preguntó, como si esperara que yo tuviera la respuesta indicada. No había sido capaz de hacer mi monografía y él esperaba que yo pudiera aclarar su mente— No has traído tu trabajo para ninguna de las revisiones. Estamos en el último semestre ¿Cómo esperas que te califique?

Tironeé un poco de las mangas de mi suéter.

—¿Con la obra?

—¿Te parece justo? —comenzó— Todos tus compañeros están trabajando en la obra y todos me han estado trayendo los trabajos que les he pedido, menos tú. Y esperas que te califique por algo que ya te sabes de memoria hace años. —Se volvió un poco para mirar a Jordan—. ¿Tú qué crees? ¿Se merece ese privilegio?

Llegados a ese punto yo simplemente quería que se callara. Ya había comprendido. No hacía falta que me regañara delante de toda la clase.

—Marco no es ningún príncipe —reconoció Jordan. Se veía bastante calmado, con el brazo apoyado en su respaldo para mirarnos—. No debería estar en la obra.

—¿Qué?

Todos comenzaron a hablar. Alcancé a ver a Farrah mirarlo igual de sorprendida que yo, a su lado, y Lola pareció atragantarse con su saliva pues comenzó a toser. Me enderecé en mi asiento y me aferré al respaldo delantero. Mis dedos se engancharon con el cabello de una chica y ella soltó un quejido, bastante molesta.

—Bueno, es evidente que todo esto lo supera —continuó.

—Dijo el que ha estado faltando toda la semana —me quejé en voz alta.

El volumen de los murmullos fueron aumentando.

Sabía que meterme con Jordan no era justo, pero él tampoco lo estaba siendo conmigo. De la misma forma en la que él tenía sus problemas yo tenía los míos y sin embargo nunca sentí la necesidad de apuñalarlo por la espalda como estaba haciendo en ese momento conmigo.

Esta vez el castaño me miró a mí, en lugar de al profesor, directo a los ojos.

—Sólo digo que deberías estar enfocándote en tu trabajo en lugar de perder el tiempo con la obra.

—No es lo mismo. Me sé los diálogos de memoria.

—Mira qué bien. Te has aprendido algo que llevas repitiendo desde primero.

Me levanté de mi asiento. El profesor me golpeó suavemente en el pecho con su rollo de libretos para que volviera a sentarme.

—Jordan tiene razón.

—Eso no...

—La obra no te exige nada. El trabajo sí.

Entré en pánico. No podía quitarme la obra. No en mi último año. Sabía que estaba oyéndome como un niño caprichoso, pero no me parecía justo que me apartaran de algo que llevaba formando parte durante años.

Jordan apenas llevaba un semestre y se creía con el derecho a opinar sobre qué se debería hacer conmigo, como si yo sólo fuera un costal de papas al que pueden patear lejos.

—¿Profesor?

Él negó, como si no quisiera volver a oírme hablar.

—Tendré que pensarlo.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now