—Eli —la llamo, pero pareciera como si no me escuchara—. Es hora de irnos.

No sé cuna tiempo pasa hasta que asiente ligeramente, para bajar sus pies del sillón y tomar su bastón alado de ella. Pero no dice ni una sola palabra, es como si sus labios hubieran sido sellados desde que me fui. Y sé que no es porque esté molesta conmigo, ni nada parecido; es por la pérdida de sus padres.

Elizabeth camina hacia lo que parece un tocador. Y de él toma unos lentes oscuros, para después ponérselos. Acto seguido, camina hacia la salida con ayuda de su bastón. Y yo, la sigo.

Quiero guiarla, pero es como si ella ya conociera el camino.

Baja los escalones y luego camina hacia la puerta principal de su casa sin ningún problema, y sale a la calle. Ni siquiera me espera, o hace el intento de ir a mi lado; ahí es donde me doy cuenta que ella se está moviendo en piloto automático, que está tan sumida en sus pensamientos que no logra pensar nada más que en eso. Que no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor, y que quizás, llegados a este punto, lo único que desea hacer es despedirse de sus padres.

Un nudo se instala en mi garganta y mi pecho se estruja con violencia, al ver que Elizabeth está tan herida que ya ni siquiera quiere llorar. Y que la única forma en que la demuestra es por medio de permanecer callada y pérdida en sus pensamientos.

Voy detrás de ella, y al verla que está caminado más allá de donde está mi coche aparcado, la hablo. Coloco una mano en su cintura y le indico donde es que está. No dice nada, se limita a dejar que la guíe, que abra la puerta del copiloto para que suba. Y una vez dentro de este, la cierro.

Rodeo el auto y trepo en el.

Entonces, con un nudo en la garganta, comienzo a conducir hacia el cementerio.

[...]

No puedo describir con exactitud cómo se sintió estar allá y ver a tantas personas vestidas de negro, y a unas que otras llorando. Fue horrible.

La muerte es algo horrible.

Si te pones a pensar en ello, llegas a un grado que da miedo. Pensar en tu final es aterrador, deprimente incluso. Pero esta es la naturaleza y todos, tarde o temprano, pasaremos por eso. Queramos o no.

Me atrevo a decir que, en el funeral estuve a punto de llorar. Porque la opresión en mi pecho era tanta, tan insoportable, que sentía que no podría más.

En el mismo estado en que llevé a Elizabeth, en ese estado permaneció durante mucho tiempo mientras un hombre decía algunas palabras de consolación. Eli no se movió ni dijo nada, ni siquiera cuando varias personas llegaron a darle sus condolencias; solo asentía con la cabeza. Y volvía a sentarse en su lugar, alado de sus hermanos y de mí, donde yo sujetaba su mano en todo momento para que viera que yo estaba ahí. Pero ella no tomó mi mano, simplemente dejaba que yo lo hiciera.

En cuanto iban a bajar los ataúdes, las personas comenzaron a dejar flores.

Y cuando Eli fue a dejar la suya, fue cuando habló. Le dijo a sus padres que los iba a extrañar mucho, y que estaba destrozada porque no los iba a recibir cuando volvieran de cuidar a su abuela, porque ellos no iban a volver de aquel viaje jamás. Fue entonces cuando se desmoronó frente a mí, una vez más.

Yo escuché lo que ella les dijo porque estaba a su lado. Así que la abracé mientras ella lloraba desconsoladamente en mi pecho.

Hace un momento que terminó todo aquellos. Hace un momento, que Carol se llevó a Eli, y yo regresé a mi casa.

Y hace un momento más, que decidí salir afuera por un poco de aire fresco.

El ambiente sigue igual.

Un sonido detrás de mí, hace que me sobresalte ligeramente. Y me giro para ver qué fue.

En mi campo de visión aparece Juliette, y me sonríe tímidamente mientras se acerca a mí. Yo trato de devolverle la sonrisa, pero me sale terrible.

—Lamento mucho lo que le pasó a esa chica —dice, con verdadero pesar—. Aunque no la conozca del todo, sé que no se merecía eso.

—Nadie merece algo así... Perder a ambos padres —un suspiro tembloroso sale de mis labios.

Juliette se coloca alado mío y asiente.

El relámpago ilumina el cielo nocturno, y a eso le sigue un gran estruendo.

Va a llover otra vez.

—Lo sé —asiente una vez más, y me mira directo a los ojos—. Y también sé que Dios no es el culpable de nuestras desgracias, y que todo pasa por una razón solo que nosotros no somos capaces de entender por qué. Y, aunque no conozco a Elizabeth, sé que ella podrá contra esto. Va a estar bien, Evan. Se nota que, ella es más fuerte de lo que cree.

Después de decir eso, se va.

Y me deja aquí, pensando en lo que dijo; que es cierto. Eso me demuestra una vez más, que alguien sin conocer a Elizabeth, con solo verla, pueden ver la gran valentía y fuerza que ella tiene, aún con el dolor en su corazón.

Aunque no te pueda ver ©Where stories live. Discover now