"Air"

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Law y Rosinante, quienes habían decidido pasar un rato viendo televisión después de la pequeña celebración de cumpleaños, se habían quedado dormidos sobre el sofá.
Se habían confiado tanto en que resistirían despiertos hasta que el señor Trafalgar llegara a casa, pero fue demasiado tarde, habían pasado un par de horas desde que se quedaron solos en aquella casa. Ahora era la 1:00 am.

Law había subido las piernas al sofá y su cabeza estaba recargada sobre uno de los brazos del sofá. Rosinante había permanecido sentado y ahora estaba cabizbajo, con la boca entreabierta y roncando ligeramente.
La televisión seguía encendida, proporcionando la única iluminación en dicha estancia.

Lejos de ahí, en una sala de espera del área de urgencias, se encontraba Doflamingo.
El hombre de cabello rubio se encontraba sentado, pero toda su postura y rostro reflejaban una terrible tensión: Sus manos entrelazadas, su torso y cabeza ligeramente inclinados hacia enfrente y atentos a cualquier noticia o indicación que le dieran, sus antebrazos apoyados sobre sus muslos y un ligero temblor nervioso que pretendía camuflarse con un movimiento repetitivo de su pie derecho. Sus labios estaban tensos, una ligera capa de sudor cubría su rostro y su mirada se dirigía a revisar el reloj de pared que había en la sala cada un par de minutos.
Su corazón había dejado de estar tan agitado como cuando recién llego al hospital. La angustia de saber qué pasaría con su querido amigo Vergo y la angustia de haber dejado a Crocodile, tan de pronto sin poder explicarle nada por la prisa que tenía en llegar al hospital, le habían dejado mentalmente exhausto.

A un costado de él se encontraban sus ejecutivos; Trebol, Diamante, Pica y Gladius, quienes habían llevado a Vergo al hospital y se aseguraban de que Doflamingo estuviera lo más tranquilo posible.
Se habían asegurado de conseguir una sala exclusiva para ellos para no tener que lidiar con otras personas.

—Doffy, deberías ir a tomar aire y un trago—recomendó el hombre alto de largas piernas, de abundante cabello castaño claro, labios gruesos y ojos azules—. Gladius dijo que trae un poco de licor en el auto.

—No, Diamante. No me moveré de aquí, entiende—declaro Doflamingo con voz ronca y brusca.

—Yo se lo traeré, jefe. No se preocupe—intervino el tipo llamado Gladius levantándose de su asiento—. Vuelvo enseguida...

Pasaron un par de minutos y Gladius volvió, sacando una pequeña licorera de su gabardina se la ofreció a Doflamingo junto con un pequeño vaso de cristal oscuro. Ya que había ingerido un par de tragos se atrevió a levantarse y dirigirse lo más que pudo hacia la entrada que dirigía al pasillo de donde se supone debían salir enfermeras y doctores a dar avisos de los pacientes.
Miro con desesperación por la pequeña ventanilla y nada.

—Trebol, ¿te aseguraste de que a Vergo lo atendieran lo mejor posible?—pregunto Doflamingo dejando escuchar un poco de exasperación en su voz.

— ¡Claro que si, Doffy...! ¡Incluso me dijeron que el médico particular que había estado atendiéndolo se encargaría de su cirugía!—respondió Trebol con voz gangosa y en tono sumamente nervioso, agitándose un poco al hablar— ¡Me dijeron que era el mejor cirujano que podía ofrecer este lugar...!

Doflamingo cruzo sus brazos, sentía que no resistiría más tiempo sin recibir alguna noticia de Vergo; las horas en espera le habían parecido una tortura...
Distintos recuerdos llegaban a su mente como un bálsamo para aliviar su angustia; momentos que habían pasado hace años, cuando apenas se abría paso entre las calles de barrios bajos de la ciudad de Nueva York después de haber perdido a sus padres, aquella ciudad en donde había conocido a Vergo, cuando ambos tenían doce años y soñaban con llegar muy lejos, ser hombres con recursos y poder suficientes para darse a respetar ante cualquiera.
Evoco los días llenos de trabajo, las noches de fiesta y desenfreno que pasaban juntos y la tremenda felicidad que era poder confiar tanto en una persona, en cualquier ámbito de la vida: Administrar bienes, establecimientos y dinero, realizar tratos, encargarse de eliminar a un idiota que quisiera arruinar alguno de sus negocios, pasar un buen rato ya sea en un modo fraternal o pasional, Vergo era alguien con quien podía compartir cualquier cosa y sin ser juzgado de ninguna forma.

Tu corazón es un desastreWhere stories live. Discover now