8. Consolidas moradas

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Linfoma de Hodgkin.

El hematólogo que me asignaron después del aspirado lo dijo así, Linfoma de Hodgkin difuso de células B. Por supuesto no entendí nada, pero supe que estaba enferma. Lo sabía incluso antes de entrar a la consulta. Lo sentía en mi interior, comiéndome los huesos, nadando en mi sangre. Y no me lo podía quitar de encima.

—Lo hemos cogido a tiempo. Te vas a curar, Evolet —dijo el médico y me di cuenta de que aquello escapaba del control de mi familia. No podían protegerme.

Luego se despidió de mi padre y de mí. Nos alejamos para dejar paso al siguiente paciente de la lista, pero no nos atrevimos a marcharnos todavía. Los dos caminamos hacia las sillas de la sala de espera sin decir palabra. Vi cómo mi padre se sentaba con suavidad. Lo imité incómoda, sin saber qué hacer ahora. Sólo sabía que, si nos íbamos a casa, toda la situación se volvería real y yo no estaba lista. Necesitaba rebobinar, tomarme un tiempo para asimilarlo todo.

—Papá... ¿es muy grave? —no comprendía porqué tenía un nombre tan largo y porque el médico me había dicho que me curaría.

Me miró cansado y se frotó el puente de la nariz. Aunque hubiese intentado evitarlo, el momento de la verdad había llegado. ¿De qué habían servido todos sus esfuerzos entonces?

—¿Antes no quieres tomar algo? —preguntó, poniéndome una mano en el brazo. Había algo de angustia en ese gesto tan familiar y casi pude notar como lo transfería a mi piel.

—No tengo hambre —respondí. Su intención era distraerme para posponer el instante en el que nuestras vidas cambiarían. Lo que no comprendía era que ya había cambiado todo y que no había vuelta atrás. Se inclinó hacia delante, sin mirarme. No pude evitar pensar en las consolidas moradas del jardín, que acababan de florecer y pronto morirían. Como yo.

—No voy a mentirte —mi padre me dirigió la mirada al fin—. Es un cáncer curable, pero no será fácil. Estoy seguro de que te vas a poner bien —intentó acompañar la última frase con una sonrisa.

Me quedé en silencio, tratando de encontrarle un sentido a todo aquello. No podía ocurrirme a mí. Incluso si llegaba a curarme, ¿a qué coste sería? Una vez más noté el nudo en la garganta y las lágrimas agolpándose en mis ojos. No intenté retenerlas. Me olvidé de las cuatro personas que esperaban su turno en la misma sala y me puse a llorar desconsolada. Había nacido con una enfermedad crónica y ahora me tocaba soportar el peso de otra. No estaba preparada para aquello. Me hice un ovillo, porque de repente no podía dejar de sollozar y pronto sentí los brazos de mi padre envolviéndome en un abrazo tímido al principio, conmovido al final. Él tampoco pudo contener el llanto. Lo escuché llorar sobre mi cabeza por primera vez desde el funeral de mi madre. Apenas se lo oía, pero yo podía notarlo.

Volvimos a casa cada uno metido en sus pensamientos. La vida me acababa de estampar una ración de realidad en la cara y había dolido. Había dolido de verdad. Me toqué las mejillas sólo para sentir el rastro de las lágrimas, ya secas, por mi piel. Después de ese abrazo torpe en el hospital, mi padre se había secado los ojos y había tratado de sonreír. Quizá tenía razón. Quizá todo saldría bien. Al llegar, mi padre se había metido en casa, pero yo me quedé en el balcón de la sala de estar, respirando pesadamente. Tenía la mirada perdida en las nubes blancas que pastaban por el cielo, como ovejas de aire. Sonreí. Ovejas de aire. De un manotazo podía disiparlas y hacerlas desaparecer.

Robert salió media hora después, yo seguía quieta en el sitio. Para mí, el tiempo no había pasado.

—He hablado con papá —se sentó a mi lado en el suelo y aprovechó el momento para limpiar las lentes de sus gafas con el borde de su polo.

Hundí los hombros, mientras él volvía a ponerse las gafas.

—¿Recuerdas que significa el nombre que te puso mamá? —preguntó.

Solté una carcajada por inercia. Siempre decía lo mismo. Nuestra madre lo había escogido explícitamente para mí. No podría olvidarlo nunca.

—"La estrella que más brilla" —dijimos al unísono.

La estrella que más brillaWhere stories live. Discover now