37. Bullying - Parte I

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Hola, te doy la bienvenida a este espacio

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Hola, te doy la bienvenida a este espacio. 

ADVERTENCIA

Este capítulo abre heridas del pasado, además contiene actos de violencia, amenazas e intimidación. Detecta los perfiles de la víctima y el bully. 

¡Si nos juntamos, seremos invencibles! 

Con amor, para ti.



Nunca había deseado que esto ocurriera.

A mis diecisiete años la vida se había puesto difícil, no sería la primera ni la última vez. Tenía tanto miedo, miedo de que no pudiera salir de aquel encierro. Tenía un peñasco en el corazón. Estaba cautiva en la oscura habitación de la niña a la que le arrebataron su inocencia. Echaba gritos en silencio, realmente no quería que nadie me oyera y, estaba todo el tiempo aquí, envuelta en sábanas blancas.

El despertador sonó en mi mesita de luz; sin embargo, mi cuerpo no me permitía moverme y, lo cierto es que, no había dormido en toda la noche. Transpiré y apenas podía respirar. Por la forma en la que se había enrevesado la situación, no iba a cambiar nada, y esto de poner mala cara ya se me había hecho costumbre.

Me pasé el cabello enmarañado que caía sobre mi pálido y escuálido hombro. No había abierto los ojos en su totalidad hasta que, el crujido de la puerta taladró. Sharyl estaba envuelta en esos trapos holgados y traía unas ojeras pronunciadas. Al parecer ninguna pudo conciliar el sueño. Mientras tanto, no dije nada al respecto. Me miró y se paseó por la amplia superficie de mi habitación y, en una de esas, tomó el pequeño cesto de ropa sucia y no pudo contenerse al husmearlo.

—¿Me podrías explicar qué es esto? —indagó Sharyl al descubrirlo. Descubrir una parte al que le había añorado tanto.

—¡Dame eso! —le arrebaté la blusa de las manos—. ¿Por qué sigues aquí?

—Entiendo, no dirás nada.

—No quiero verte aquí, ¡vete!

Esta vez la que se portó mal con ella he sido yo.

—¿Por qué descargas tu ira en mí?

—Estás en mi cuarto —indiqué con voz casi entrecortada.

—Sé por lo que tuviste que pasar. Tu madre me lo contó —Se apresuró a decir sentándose en el suave colchón.

—Ella no debió decirte nada.

Fruncí el ceño.

Esto de algún modo me tenía muy inquieta y no podía simplemente ponerme a explicar algo que sin duda me estaba pasando. No dejaba de dar vueltas en mi cabeza y en cualquier momento iba a echarme a llorar.

—Como sea. Mira, si hay algún problema aquí, debo saberlo —Se mojó el labio y era horrible el que buscara la oportunidad para hablar de mi blusa manchada de tinta de lapicero.

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