23. Cyberbullying

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Todo el tiempo que llevo aquí, no había dejado de pensar en cómo pudo pasarme esto a mí

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Todo el tiempo que llevo aquí, no había dejado de pensar en cómo pudo pasarme esto a mí. Cuanto antes sugerí una explicación y Cole me la dio. Pero no era exactamente lo que quería oír. Conocía ese sentimiento de tristeza y rabia mejor que nadie.

¿Quién estaba detrás de todo?

Me sentía avergonzada.

El chico de la calle de Grace Lane me trajo a su casa. El corazón me bombeaba con fuerza y una referencia directa salía de mis ojos. Lloraba y no paraba de llorar. Me sentí mal por ello. Me habían puesto droga en el vaso. Por lo visto, tenían otras intenciones y él solo quiso ayudarme. Esto yo misma me lo había hecho. Por mi imprudencia.

Si Cole no hubiera llegado a tiempo, a lo mejor habría aparecido por ahí muerta o, aún peor, violentada. Ya había pasado por algo así. Estoy aquí y me siento agradecida. A veces es mejor estar despierta que dormida, porque así podrás alertarte del peligro que corres. Eso es algo que aprendí con el tiempo.

Aquí mi pesadilla de hoy.

Poco después entré por la ventana de mi habitación como una ladrona y, por suerte, nadie se percató de mi salida. Al menos todo iba bien. Esta mañana mamá no me dirigió la palabra, la vi muy ocupada para la exposición de su nueva pintura en la galería que hacía unos meses había abierto en la localidad. Por lo demás, papá tomaba una taza de café y de pasada nos trajo a la escuela a mi hermana y a mí. Tampoco entramos en conversación, se había quedado en completo silencio. Ni me llamó la atención de cómo es posible que le haya levantado la voz a mamá. A lo mejor no se lo ha contado aun. Y, sin embargo, me miraba desde el espejo retrovisor y me ponía una extraña cara de militar.

¿Y si ya lo sabe?

Ya debería olvidarlo. No gano nada con acordarme.

Llegando, actué como si nada y caminé a pasos cortos dejando que mi hermana se adelantara. Había algo que de verdad estaba empezando a incomodarme. Tenía varias miradas puestas sobre la mía. No sabía a qué se debía. Era la primera vez que todos volteaban a verme haciendo memos y había un grupo de chicos tirándome piropos. Era tan desagradable. Me sentí sobrecogida. Ahora yo era la que miraba al suelo.

Aceleré con mucha más prisa y no dije nada mientras me dirigía al salón de clases. Al final no me quedó más remedio que arrancarme esa idea de la cabeza. Abrí la puerta y ya todo era de un tono oscuro. Ignoré en lo que iba incorporándome y, al percatarme, di otro paso hacia la rubita que estaba sentada al fondo.

—Hola —le saludé, pero me extrañó que no se mostrara amable como hacia algunos días, así que traté de averiguarlo—: ¿Qué sucede?

—¿Por qué no mejor me dejas sola?

No sabía cuál era el motivo de su enojo. Aún seguía sin entender. Eso porque no era lo suficientemente activa. Sucede que el tiempo se detenía en cuestión de minutos. Estaba siendo observada de algún lado y, por lo pronto, deslicé la mirada por toda la antesala.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora