2. Un filósofo joven con olor a hierba

4.5K 378 218
                                    

COLE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

COLE

┌──────── ∘°❉°∘ ────────┐


Esa chica no tenía la culpa de que unos malditos malandros la espantaran con sus caras de cortabolsas. Y, sin embargo, no pude contenerme al verla e hice acto de presencia. Sabía cuáles eran sus intenciones. Ver a cada chica metida en un problema, me enternecía el corazón, aunque lo tenía bastante negro. Aparte, era como si volviera a ver a mi pequeña hermana en carne y hueso. Quién hubiera dicho que la vida me la arrebataría tan pronto.

La chica de la otra noche era distinta al resto. Quizá un tanto especial. Tenía lágrimas en los ojos y las manos le temblaban, hasta que, salió corriendo. No obstante, se le cayó una billetera negra y dentro: cuatro billetes de cien dólares y una cédula de identificación (pasaporte).

Freya Moore, 17 años.

«¡Vaya sorpresa!», pensé en voz alta.

A pesar de todo, yo era un chico al que no le importaba nadie más que él mismo, porque una parte de mí estaba muerta y tirada en el suelo.

Me llaman Cole Wood, pero solían llamarme "señorito Wood". Ya no sabía a qué lugar pertenecía. Tenía planeado irme de casa con mi hermano y, por desgracia, las cosas no salieron como esperaba. Tuve que irme solo y no tenía un lugar adónde ir. Pasaban los días y recorría las calles con la misma ropa mugrosa. Lejos de todo. No parecía muy confiable. Me quedaba donde podía, en alguna casa de cualquier amigo, hasta que llegó una tarde en la que papá fue a verme y dejó que me quedara en la pequeña casa que había en uno de los suburbios de la ciudad lejos de la civilización. Acepté con la condición de que no volvería a verlo jamás.

Apenas tenía dieciocho años.

Sobre las tres del atardecer, me quedé perplejo dejando caer mi peso sobre el sillón, abrí una lata de cerveza y la llevé directo a los labios. Después de un rato, el ruido en la cocina me despertó. Me levanté y me froté las mejillas.

—¿Tienes algo de comer? ¡Muero de hambre! —Había una chica con una enorme mata de pelo rubio sentada en la encimera de mi cocina.

—¿Podrías ponerte algo de ropa? —incrédulo, pregunté.

—¿Y eso? —Sus manos se cerraron alrededor de mi cuello.

—¡Ya ha sido suficiente!

—Sí, lo sé. A cambio de... eso, pero parece que no te será suficiente.

Ideaba como si necesitara que me lo recordaran constantemente.

—¡Cállate! ¡Vete ahora mismo que necesito estar solo! —le enseñé la salida y ella resopló al vestirse.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora