18. Truenos, rayos y relámpagos

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COLE

Lo que no entendía era como llegué hasta aquí, la había besado y no era la primera ni la segunda vez. ¿Cuántas veces me había imaginado de aquella manera? Ni yo sé lo que pasó. La imagen de nuestros cuerpos uniéndose y tocándose. Era peligroso llevarme por ese lado. Debí haberlo evitado. Creo que fue la emoción o algo que pareciera tan real.

Freya tenía un aroma a jabón mezclado con un jazmín y pachulí. Su vestido se estiraba y varios goterones de lluvia le caían en toda la cara. Su largo cabello estaba húmedo y alisado para atrás. Nunca antes había sentido las mismas cosas que por Freya, sencillamente no me importaba más que no sea un buen porro o esa asquerosa sustancia blanca que me envolvía en una profunda oscuridad. Por alguna razón, empezó a gustarme y nada me detuvo.

Por entonces, todo lo demás dejó de importar. Era perfecta desde todos los ángulos y sentí un tremendo alivio cuando nuestros labios siguieron moviéndose. La necesidad de tenerla y tomarla en brazos era enorme. Pero eso duró solo unos pocos minutos. Menudas lágrimas cubrieron sus ojos y, sin siquiera explicarme, se bajó del auto. No pude contener la frustración y algo brotó en mi interior. Pisé el acelerador, me fui retirando de la carretera y estuve a punto de irme. Sin embargo, una parte mía reaccionó, no podía abandonarla y dejarla sola en medio de la nada. Volví por ella a una velocidad increíble y me mostré impaciente por verla.

Si alguien tenía que disculparse ese era yo y eso haría en cuanto la viera. Pero, en cuestión de segundos, no sucedió como quería. Freya apareció montada en la camioneta de Zev. Nos miramos los unos a los otros y fue muy incómodo.

¡Ugh!

En ese instante estaba verdaderamente celoso y se sentía como la mierda embarrada en mí. Odié tanto verlos juntos. Hice rugir por varios segundos los neumáticos de mi auto, me quedé de piedra y mis ganas de querer golpear a este maldito mocoso se incrementaron. No obstante, la vi por última vez, al menos la dejé ir por esta noche.

Golpeteé el volante con las manos formadas en puños implacables justo donde tenía pequeñas heridas en los nudillos y la sangre emanó dejando a su paso un largo camino.

Al llegar, una sensación fuerte se produjo y me dejó sin estabilidad. Me derrumbé contra el metal frío de la puerta y no sé cómo ni porque estaba furioso. Incluso, lloriqueé de tanta impotencia. Nunca antes me había sentido extremadamente sensible.

Respiré como para entender que mi vida empezaba a dar giros imprevistos y envolví los brazos alrededor de mi cuerpo meciéndome con una enorme ansiedad. Me revolví el pelo y solté una risa, algo que no me lo esperaba. Quizás se debía a que estaba completamente solo. Vi el espacio que me rodeaba y tuve una reacción exagerada. Llevé mi mano al bolsillo de atrás de mis tejanos y saqué aquel famoso polvo blanco. Había cabos en mi vida, así que lo primero y lo último que hice fue inhalar.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora