Capítulo 36: Te voy a destruir

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• POV: MATTHEW •

— ¿De qué trato hablas?— le pregunté a Jones, intentando contener la ira dentro de mi cuerpo, sólo mirándolo, con la intención de transmitirle el odio que le tengo.

— Pero Charles, no deberías meterte en los asuntos de los demás— respondió con aquel tono sarcástico que más me molesta.

Dí un paso al frente, y tan pronto como lo dí, él retrocedió para cubrirse detrás de su silla, alejándose de mí.

— No vuelvo a golpearte sólo porque hay estudiantes afuera. Pero estás advertido, imbécil.— señalé, dirigiéndole una última mirada antes de marcharme.

Salí de la oficina, buscando visualmente a la chica que acaba de irse también, con la intención de detenerla antes de que se alejara.
Y así lo hice, la llamé.

Sin embargo, recibí lo mismo de siempre, su indiferencia. Samanthe me ignoró, pero aún así, tres pasos suyos es uno mío, y por lo tanto, logré alcanzarla en seguida.

No me detuve a cuestionarla, porque sabía que sería en vano, pues no me escucharía, así que poniendo mis manos en sus hombros y revisando que no hubiese nadie observándonos, la llevé conmigo a la bodega de intendencia.

— ¿Qué estás haciendo?— preguntó alarmada, soltándose de mis manos. — Déjame en paz—.

Evité que se fuera, cubriendo la puerta con mi cuerpo, para mantenerla cerrada.

— Tenemos que hablar, Samanthe— enuncié serio, para que sepa que el tema es grave.

— Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

— Mírame y escúchame. Sólo eso te pido.— indiqué, y al recibir sus ojos sobre los míos, me sentí libre de advertirle de todo. — No puedes estar cerca de David. Por favor, Samanthe, jamás vuelvas a entrar a su oficina, o a cualquier lugar con él a solas.—

Ella frunció su ceño, mirándome confundida. — ¿Por qué? ¿cuál es el motivo?—.

Me quedé en silencio, sólo suspiré. Es que no es sencillo explicarle todo lo que yo sé y ella no. Mucho menos sé cómo hacer para que no suene tan asqueroso.

— No es cierto...— murmuró soltando una corta risa irónica.
— ¿Acaso piensas que soy capaz de liarme con él?—.

— No, no, Samanthe, yo no dije eso— respondí para aclararlo, pero ella no me permitía continuar.

— ¿Sabes qué?. Es irónico que me digas esto, porque justo ahora estoy contigo, a solas en una maldita bodega. Justo lo que me dices que no haga con David. ¿Cuál es tu problema con eso?.

— Samanthe, escúchame. Mi problema no es sobre lo que pasó entre nosotros. Estoy intentando protegerte del tipo de persona que es David, no lo conoces, Samy, por favor.— anuncié. — Además... sabes que estés donde estés conmigo, yo no te haría daño.—

Ambos nos quedamos en silencio. Creí que había sido suficiente, que había comprendido mi advertencia, pero de repente, sólo formó un gesto similar a una sonrisa, igual de irónica que la anterior, y aunque sus ojos comenzaron a cristalizarse, los centró en los míos.

— Pues ya me lo hiciste— contestó.

Antes de que pudiera reaccionar, me hizo a un lado, desapareciendo por la puerta.

Iría tras de ella, pero es inútil. Antes de eso, tengo que pensar en una manera más viable para actuar, y que me crea lo que le estoy diciendo.

Porque por desgracia, tiene razón. Yo la herí, y de la peor forma.
¿Cómo puedo pedirle que me crea, si anteriormente lo hizo, y sólo la dañé?.

La Ciencia de tu AmorWhere stories live. Discover now