Capítulo 5: Olvídate de eso

20.5K 994 243
                                    

Por fin viernes.

Mi ambiente era el siguiente: yo, sentado en mis amadas sillas cómodas con rueditas que dan vueltas, detrás de un escritorio, en silencio, dentro de un aula, frente a todos los jóvenes de tercer año.

Lo mismo de siempre, lo único que varía, es el grupo en cada hora. Y bueno, la ubicación del aula.

Y efectivamente, como Samanthe me lo dijo, Froy no asistió.
Cuando la clase acabó, me quedé en el salón esperando a mi amigo para conversar durante el receso, como de costumbre, sólo que esta vez, sería en mi aula, no en la de él ni en cualquier otro lugar.

Después de unos minutos, Adam llegó con dos refrigerios de almuerzo ligeros, obviamente, comprados en la cafetería, con una actitud mucho mejor que la cabizbaja de anoche.

— Toma, esqueleto— me dijo casi lanzándome en la cara el refrigerio — Ahora te viniste muy formal, ¿no crees?— observó, claramente con sarcasmo, pues en realidad sólo elegí algo bastante casual, incluso prendas que jamás había usado y estaban completamente nuevas.

— Quiero verme normal— rodé los ojos, desenvolviendo el sándwich de aguacate que me ha traído junto a una barrita all bran de fresa.

De un sólo empujón con mis manos sobre el escritorio, coloqué mi trasero encima, aunque no valía mucho la pena, igual sólo era para estar apoyado en algo, porque mis pies siguen tocando el suelo.

O el escritorio es muy bajo, o yo soy muy alto, no tengo idea. A mi opinión, no soy tan largo, un metro con ochenta y siete centímetros es lo común.

¿Un metro con ochenta y siete?, ¿común?. Pero si sólo faltarían tres centímetros para medir un metro noventa, y de eso, sólo diez más para los dos metros.

Nah, sí es común.

Mi amigo se sentó sobre uno de los pupitres, estirando sus pies para subirlos al de enfrente, cosa que no me agrada, pues los alumnos se esfuerzan en no maltratar sus asientos, como para que un maestro venga a arruinarlos. Aún así, no le dije nada, pues es inútil, igual hará caso omiso.

Ambos dimos una mordida a nuestros respectivos sándwiches, en un silencio cómodo. Miraba al techo, miraba a mi alrededor, miraba todo mientras masticaba.

De verdad estaba disfrutando de mi comida, hasta que me dí cuenta que Adam no dejaba de mirarme fijamente, con esa leve sonrisa en sus labios.

— ¿Qué me ves?— le pregunté dando otro mordisco grande. — ¿te gusto o qué?—.

— Esto sonará cero heterosexual de mi parte,— empieza, y mi cerebro ya sabía automáticamente que se aproximaba una Adamamada, que básicamente es, una tontería dicha por Adam. — pero nunca había notado lo sexy que te ves comiendo—.

Bufé ante su tontería, y él soltó una carcajada, haciendo golpear su espalda contra el respaldo del pupitre dos veces.

— ¡Hablo en serio!. Cuando masticas, tu mandíbula se marca muchísimo más de lo que ya está, y pones cara de modelo serio. Pero luego te pones a mover tus pies como si estuvieran flotando, cuando en realidad están en el piso, y observas tooodo tu alrededor a detalle, como si jamás lo hubieras visto en tu vida. Y así es como se te va lo modelo sexy, y luces como un niño que no rompe ni un plato.

Enarqué una ceja ladeando un poco mi cabeza, mirándolo muy extrañado. — Jamás pensé que me observaras tanto, a veces me preocupas—.

Él sólo volvió a reírse, y cuando acabó su lonche, sacudió sus manos colocándolas entrelazadas detrás de su cabeza, cada vez más plácidamente acostado.

La Ciencia de tu AmorWhere stories live. Discover now