6. Búsqueda

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Durante el día no se había tomado la molestia de pensar en que, de cierto modo, había matado a alguien ese día. El títere que era ese hombre de piel morena en el fondo era otra víctima de las posesiones de White Demon. Sacudió su cabeza y se replanteó la situación; no había sido su culpa, el arma fue disparada por Karl, un miembro del escuadrón antiterrorista. Él, Alexander, sólo había cometido el error de rebotar contra su cuerpo, el reflejo involuntario de Karl fue quien disparó el arma. Se sacó la culpa, ya había sacado su conclusión.

Su cuerpo ya no le dolía nada en lo absoluto. El tajo que había sufrido por la cuchilla de su padre en medio de la pelea ya había desaparecido. No supo si era normal que sanara tan pronto, nunca había convivido con alguien lo suficientemente herido para compararse. Sólo los actores de películas, pero todo en ellas era falso, por lo tanto, pensaba que exageraban cuando en las películas alguien se quedaba internado por meses por una lesión.

No podía dormir, tenía tanto en que pensar aún. Los Escorpiones al parecer eran mucho más que un grupo de criminales como todos pensaban, e incluso más que una secta. "Eran un grupo de búsqueda separada de cualquier otra facción" como había dicho el demonio blanco. Pero ¿qué buscaban? ¿Qué otras facciones había y de qué? Alexander no tardó en darse una vaga idea de lo que se trataba.

«No sé que buscan, pero no parece que estén cerca de encontrarlo —se aventuró a deducir—. Y quizá, sólo quizá, sean un grupo separado de un ejército..., el ejército de Umbra.»

Era lo único que se le había ocurrido, era lo único que parecía tener sentido, así que dejó esa idea como si estuviera en lo cierto. Pero entonces ¿qué era lo que buscaba un demonio con un grupo de poseídos para una deidad ancestral? ¿Un arma? ¿La puerta al infierno? Eso dedujo, si era un demonio auténtico debía de ser eso; y si era un ejército debía ser un arma ¿y si eran lo mismo?, pensó.

Sacudió la cabeza y borró esas ideas, la única manera que tenía para saber más era hablar con un escorpión. Los pensamientos de Alexander poco a poco lo fueron consumiendo hasta caer en un profundo sueño.

Despertó a la siete y media de la mañana por el canto de varios pájaros que se posaban en las ramas sin follaje de los árboles. El clima estaba igual que los días anteriores: nublado y sin ninguna presencia del sol. Se levantó y se desperezó para comenzar a vestirse con una camisa negra y una chaqueta gris claro. Tomó su mochila y se la colgó en los hombros para ir al colegio. Salió de su cuarto y, allí afuera, estaba su padre esperándolo con la espalda pegada en la pared. Ambos se miraron y luego Alex apartó la vista lo más pronto que pudo. Bajó las escaleras de dos en dos y llegó hasta la puerta. Cuando se disponía a abrir, su padre habló.

—Prométeme que olvidaras esas estupideces de Blue Night —soltó su padre. Pero Alexander gruñó por lo bajo e hizo una pausa que pareció durar una hora.

—No te prometo nada —dijo desafiante. Abrió la puerta y la cerró detrás de él.

El camino fue de lo más normal y corriente posible. Nada nuevo.

En el recorrido se dio cuenta de que ya hace tiempo no tenía noticias de Wallace, no sabía nada de él ni lo había visto en el colegio.

Al llegar al edificio del colegio entró y tuvo clases normales, pero no todo estaba igual, su compañero de banco no estaba. Wallace había faltado. No le importó lo suficiente para buscarlo, ni para enviarle un mensaje. Su amigo estaba enojado con él y no sabía cuándo dejaría de estarlo.

La jornada escolar pasó velozmente que cuando Alexander se dio cuenta, ya estaba guardando sus cosas en la mochila antes de colgársela en los hombros. Salió con los audífonos puestos mientras tarareaba una canción y se codeaba con el mar de estudiantes de diferentes edades.

Súbitamente el celular vibró en su bolsillo, llamando su atención entre el bullicio y la música. Prendió el celular y visualizó un mensaje de Wallace.

«Búscame en el laboratorio.»

Alex gruñó por lo bajo y volvió a entrar al edificio. Recorrió las escaleras para subir al segundo piso de la escuela y al llegar, camino rápidamente hasta una doble puerta la cuales no tenían ni una cerradura. Con sólo empujar la puerta levemente, esta se abriría.

Entró y la puerta se cerró tras él, no sin moverse hasta detenerse en su posición original. La habitación era blanca con toques metálicos y piso de baldosas a cuadros blancos y negros; en el lugar había varias mesas con tubos de ensaño, frascos, utensilios que servirían para cualquier tipo de cosas científicas.

En una mesa se encontraba Wallace, observando la jaula de CMDK, su mascota y compañera de laboratorio, en donde el roedor comía un pedazo de queso. Wallace tenía las manos apoyadas en la mesa, pero las quitó de allí cuando dirigió toda su atención a Alexander.

—Creo... Creo que está viejo —comentó Wallace.

—Aún vivirá un tiempo. No se ve que este mal —respondió.

—Ese es el problema..., nunca se ve exactamente como está uno hasta que se hace más notable su verdadero estado.

—Wallace, si no me vas a decir nada más..., creo que me debo ir. Mi padre me espera —mintió Alex.

Wallace sonrió sombríamente, su cara demostraba que no estaba bien, como si la locura se hubiera desatado en él.

—Vete entonces... No quiero retrasarte —atajó el delgaducho muchacho.

Sin decir palabra, Alexander se retiró súbitamente mientras la incomodidad que había sentido desaparecía poco a poco. Vio que Wallace estaba mal, pero no podía hacer nada. Tenía asuntos más importantes de los cuales ocuparse.

Wallace siempre se sentía como él segundón, debajo de la sombra de Alexander el cual lo protegía cuando le hacían bullying. Pero la última vez que Alex lo defendió se sintió que no era nada, que siempre seguiría bajo su sombra..., pero ya no quería eso. Había estado preparando un químico que provocaría diferentes síntomas en las personas. Su amor por la química y sus problemas psicológicos se unían para cobrar venganza de las personas que lo humillaron toda su vida, de aquellos que lo trataron como un chiste de hombre. Y entre ellos, para Wallace, estaba Alexander Smith.

Su odio se incrementaba cada vez más. Un odio irracional y sin sentido. Cuando perfeccionará su creación, desataría su arma química en el colegio.

Algo que Wallace no sabía era que un ser blanquecino de ojos carmesí lo vigilaba desde un rincón... En las sombras.

En la oscuridad de la noche, diez hombres trabajaban en condiciones infrahumanas en la minería. Estaban picando el suelo en una gran excavación en la tierra. Estaban dentro de una edificación que antes era una fábrica. White Demon los veía desde lo alto, lejos del lugar de excavación.

Todos los trabajadores tenían ojos negros y el cuerpo sudoroso. Hace días no habían parado con su labor sin fin.

Alrededor había explosivos que habían sobrado de los que habían usado anteriormente para hacer tan tremendo orificio en la tierra de más de quince metros de fondo.

—Estamos cerca, lo siento. Sigan la búsqueda —ordenó Demon a sus trabajadores.

Algunos otros escorpiones de ojos azabache custodiaban el perímetro del lugar, con armas en manos. Estaban cerca de desenterrar lo quede ocultara bajo la superficie terrestre.

Blue Night: El inicio de un héroeWhere stories live. Discover now