1. Un día a-normal

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Crystal, 2019.

—¡Alexander, llegarás tarde! —avisó Joel, el padre de Alexander, desde la cocina.

El joven pelinegro de ahora 18 años entreabrió los ojos, los cuales fueron apuñalados por los rayos solares que entraban por la ventana de su habitación. Los volvió a cerrar súbitamente con una cara de disgusto dibujada y se volteó para darle la espalda a la ventana, revolcándose en su cama.

De su lado izquierdo se encontraba una pequeña mesa de madera en la que descansaban varios objetos, entre ellos su celular, el cual marcaba las 7:45 am.

Maldijo y se levantó con prisa de su desordenada cama. Se desvistió para estar únicamente en un bóxer negro a la medida, volvió a ponerse ropa, pero esta vez para ir a la escuela.

Se puso una camisa blanca con un estampado de una banda de música; por encima, una chaqueta azul marino con capucha; unos jeans negros; y, finalmente, unas zapatillas urbanas negras con detalles en blanco.

Salió de su habitación a toda prisa, no sin antes haber tomado su celular que había cargado toda la noche. Bajó las escaleras de a tres escalones y al llegar a la entrada de su casa, estaba listo para abrir la puerta.

—Alex —llamó su padre. Un hombre de 48 años de edad, con un cabello castaño corto y una barba prolija. Sus ojos avellana miraron hacia arriba fugazmente—, la mochila.

Tardó un poco en darse cuenta, pero finalmente lo asimiló y volvió a subir las escaleras con rapidez entre maldiciones. Su padre volteó los ojos y, en un abrir y cerrar de ojos, Alexander bajó velozmente con su mochila negra colgando de sus hombros y abrió la puerta para cerrarla detrás de él. Joel tomó su taza de café y le dio un trago mientras se dirigía a la sala de la casa y se sentaba en el sillón de color marrón.

Mientras caminaba apresuradamente, desenredaba sus audífonos para luego conectarlos a su celular. Se pasó el cable por debajo de la camisa y se los colocó en ambos oídos. Tomó su celular nuevamente y reprodujo su lista de música en aleatorio.

Volvió la vista hacia la calle y esperó a que la música envolviera sus oídos. Y así lo hizo. De sus audífonos comenzó a sonar la voz de Chester Bennington, era All for nothing lo que sonaba, de la banda Linkin Park.

Miró su ciudad, en la cual vivió desde siempre, según él. Todas las casas por la ciudad eran iguales: todas pegadas entre sí; con espacios reducidos, pero que cumplían su objetivo; tres ventanas, una en la sala y las otras dos en las dos únicas habitaciones; una cocina pequeña en su parte derecha que también era comedor y la sala en la parte izquierda; un reducido baño entre ambas habitaciones en el piso de arriba; y, finalmente, una pequeña alacena debajo de las escaleras.

Fuera de la zona residencial los edificios iban subiendo su tamaño, hasta convertirse en grandes rascacielos en el centro de la cuidad, donde varias empresas operaban y se codeaban con la clase más alta de los ciudadanos. Pero por los límites de la cuidad y diversos barrios internos, se encontraba la clase baja

Apresuró el paso para llegar más rápido, pero igualmente ya estaba llegando tarde.

Llegó al pateo de su escuela, con verde césped y un camino de lozas hasta el edificio. Siguió el camino a toda prisa para adentrarse al recinto y abrió las puertas azules con sus ventanas en ellas.

Blue Night: El inicio de un héroeWhere stories live. Discover now