21. La belleza compra a la sociedad

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21. La belleza compra a la sociedad

Stiles

Llevo 2 horas y media en la habitación de Mckenzie sin señales de que Adam haya salido de allá. La señora Charlotte por otra parte parece que no se digna a regresar a casa temprano. Tomé el libro de Eleanor y Park nuevamente para seguir leyéndolo mientras sigo en la espera, la verdad es que ya voy muy dentro de la historia y creo que lo terminaré hoy mismo si no hago más nada durante el día. Los dolores, llamados cólicos según Yahoo! respuestas, se me han pasado gracias a que me tomé una pastilla, que según Yahoo! son muy buenas, sólo espero no morir.

El celular de Mckenzie no ha vuelto a sonar, se nota lo asocial que es, la pobre chica no tiene ni amigas sabiondas que quieran ir por ahí a alguna biblioteca o sólo al parque a criticar a las personas por no ser como ellas, no sé, a algo, pero lamentablemente no tiene a nadie y eso me da cierta satisfacción.

Pobre alma en desgracia.

Tomo el celular de Mckenzie de la mesita de noche y luego me meto a las aplicaciones que tiene, pero en Facebook sólo tiene de amigos a sus familiares. ¡Qué chica tan cuidadosa! En Instagram sólo sigue a sus familiares y uno que otro cantante. ¡Por favor, que persona más aburrida! No tiene Twitter, pero sí la app naranja llamada Wattpad. La curiosidad serpentea en mi cuerpo, pero antes de poder entrar; un mensaje con mi nombre se asoma en la parte superior de la pantalla.

Nathan vio lo que pasó ese día. Tal vez él podría ayudarnos.

Mi entrecejo se frunce instantáneamente al leer el nombre de mi mejor amigo y rápidamente respondo.

¿Pero que verga te pasa, estúpida? No podemos desirle a Nath sobre la mierda que nos esta pasando. Ni a nadie. Nos verán como locos maniáticos dementes.

No obtengo respuesta en el instante así que salgo de ahí para poder entrar a Wattpad, sin embargo algo me detiene nuevamente. La foto que tiene de fondo. Es una pintura abstracta y al percatarme bien; me doy cuenta de que es ella. Es su rostro cincelado perfectamente. Mis ojos escanean la fotografía con cuidado y luego la curiosidad me invade nuevamente, busco la galería en el celular y entro directamente a fotos de la cámara.

Observo cada una de las fotografías y todas prácticamente son repetitivas: Ella seria, viendo a la cámara sin siquiera mostrar una pequeña sonrisa. ¡Por Dios! Mckenzie tiene una cara de culo que nadie se la cambia. Sigo deslizando las imágenes, hay fotos de ella frente al espejo enterizo donde tampoco sonríe, sólo tiene la cabeza ladeada y una pose rara. También tiene unas donde sale de perfil y nada más que eso. Que miserable esta mujer. Mientras salgo de la galería me fijo que hay una carpeta con fotos al parecer antiguas. Mi ceño se frunce porque quién coño traería fotos antiguas consigo.

En la primer foto se ve a una niña de tez blanca casi pálida, cabello desordenado casi rubio y una sonrisa, se podría decir que muy linda, pero la niña necesita brackets. Ah, sí, ya recuerdo a la horrenda de Newton. En la siguiente está con su padre un poco más grande, en esa ya tiene los benditos brackets. Luego hay otra de su cumpleaños número 6, vuelve a ser pequeña, sino mal recuerdo... Lo recuerdo porque mi padre me obligó a ir, era una fiesta de niñitos, ni sé cómo la señora Charlotte envió invitación. La cuestión es que asistí junto a otro montón de invitados. Mckenzie y yo hemos tenido nuestras diferencias, peleas y palabrería desde casi que tengo memoria.

Mi padre me había dado el regalo así que como buen invitado se lo di cuando fue la entrega de estos, pero el único inconveniente es que no se lo di prácticamente, sino lo rompí y le arranqué el papel para después lanzárselo a la cara sin inmutarme. Debo reconocer que estuve mal. Esa vez ella casi me rasgó la nariz con sus uñas. En la siguiente foto es ya una adolescente promiscua, bueno no, olviden lo de promiscua. Está ella sentada sobre el muro de piedras frente a la playa de Santa Mónica, por lo tanto el aire desordena su cabello, tiene una pierna ligeramente pegada al torso y una leve sonrisa en el rostro.

Este cuerpo no es mío ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora