12. Contradicción

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12. Contradicción.

Stiles

No puedo evitar llorar.

El dolor me escoze la mano y el enojo bombea desde mi corazón hasta la punta de mi nuevo cabello. Me apoyo contra la puerta mientras intento amortiguar mis quejidos, tomándome la mano con mucho cuidado y presionándola contra mi pecho. Dios, no puedo soportar esto.

—¿Qué hice, aparte de odiar a Mckenzie, para merecer ésto? —un sollozo se escapa de mi garganta—. Parezco un maldito maricón —lloro en silencio—. No puedo soportar ésto, no puedo...  —cuando intento decir algo más, me veo interrumpido por el sonido de alguien llamando a la puerta.

—¿Hola? —escucho la voz de un chico—. ¿Estás ahí? —pregunta nuevamente. Me alejo de la puerta con la respiración contenida y de pronto entro en pánico. ¿Por qué rayos hay un chico tocando la puerta? Me limpio la cara con la mano sana y me mantengo en silencio—. Yo sé que estás ahí, voy a entrar —anuncia.

Mis ojos se ensanchan por el miedo cuando veo el pomo moverse y acontinuación la puerta abrirse.

—¡No, no entres! —me apresuro a evitar que abra, pero el cuerpo de Mckenzie es realmente inútil. No tengo la fuerza suficiente para detenerlo y termina por abrir la puerta por completo—. ¡Mierda!

Él se queda parado en el umbral y mete sus manos en los bolsillos del pantalón, esperando algo por mi parte.

—De verdad lamento haberte causado molestias innecesarias, es sólo que eres muy bella y me haz gustado —mis facciones se contraen en vergüenza y asco ante sus palabras.

—Eres un maldito idiota —respondo con repulsión. Odio estar en el cuerpo de Mckenzie. Odio ser mujer y odio que otros chicos me vean como a una jodida chica—. No soy mujer —escupo las palabras—. No soy de tu tipo —él alza una ceja con cierta...  fascinación y luego sonríe—. ¿Acaso dije un chiste, puto? 

No voy aparentar ser Mckenzie con este tipo y me vale tres hectáreas de estiércol lo que piense de mí. ¡Qué llame al psiquiatra si quiere!

—Tranquila —se ríe—. Eres muy graciosa —se frota la barbilla mientras cruza los brazos sobre su pecho.

—A ver si todavía te parezco gracioso cuando golpee tu estúpida cara de nuevo —le advierto.

De pronto, como un rayo, Mckenzie aparece delante de mi vista y eso provoca que el tipo se vuelva en el puesto.

—¡Oh, aquí están! —parece aliviada de pronto—. Oye, ¿no tendrás una venda ahí dentro? —inquiere.

—¿Acaso te rompiste la mano al golpearme? —pregunta el tipo con admiración.

—¿Qué? —Mckenzie se ríe ante las palabras y eso provoca algo extraño dentro de mí, como si me incitara a burlarme también con ella—. Más bien se lastimó la mano cuando golpeó mis abdominales —le informa, alzando una ceja, casi retandolo.

Oh, parece que ese tipo no le agrada. Gracias al cielo algo nuevo sucede.

—¿Quiéres entrar a buscar? —empiezo.

—Claro, querida... novia —hunde el ceño cuando las últimas palabras salen de su boca.

¡Qué asco! Ruedo los ojos, pero no digo nada porque prefiero mil veces la presencia de Mckenzie que la de ese tipo.

—Por cierto, Kendall, tus amigos ya se fueron y tu novia se fue hecha una perra —le advierte Mckenzie y eso, por alguna extraña razón, me saca una sonrisa.

Este cuerpo no es mío ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora