18. Nathan

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18. Nathan

Mckenzie

—¿Pelea de novios, chicos? —interviene Cartagena y por primera vez me dan ganas de darle una bofetada a un profesor.

—¡Qué no somos novios! —le cortamos al instante con mi enemigo.

—Claro, ahora por favor tomen asiento, vamos a sacar nuestros cuadernos y nos podremos a trabajar —ordena, sin darle importancia a lo que acaba de pasar.

Su actitud me toma por sorpresa y realmente siento un poquito de agrado ya que parece ser que no se le da el chisme de alumnos con problemas personales. Un leve dolor me recorre la cabeza y sé que se debe a la tonta resaca que cargo por asistir a esa estúpida fiesta en El bar de Kristal. Todo el mundo se dirige a sus asientos y yo me vuelvo con cara de pocos amigos hacia Stiles, él me observa con la mandíbula tensa y dispuesto a llevarme la contraría si le mando al frente. Decido que esta vez dejaré que se siente en medio, casi atrás, de la clase y yo empiezo a caminar hacia los últimos asientos con Nathan detrás de mí.
Una vez sentados, con cuadernos y lápices sobre la mesa, el muchacho de mirada almendrada se vuelve en el puesto para cuestionarme.

—¿Qué pasa con Mckenzie? —inquiere, poniendo toda su atención en mí.

—¿Qué pasa con qué? —mis ojos lo enfocan perfectamente y por un instante me tiembla el pulso. He estado rodeada de chicos, pero nunca delante y muy cerca de uno como lo estoy ahora de Nathan, dejando de lado a Stiles—. Humm, sólo hablamos...

—Últimamente hablan mucho, ¿no? —entrecierra sus ojos y yo sólo puedo observar sus largas pestañas—. ¿Tienes algún problema? —interviene cuando se da cuenta que no diré nada.

—¿A qué te refieres? ¿Con él... Ella, digo, Mckenzie? —aclaro mi garganta y vuelvo la vista al frente—. Sí, tengo muchos problemas. Grandes problemas que solucionar —susurro, pensando en la situación en la que estamos.

—Ya veo —él se acomoda y empieza a copiar lo que Cartagena escribió en la pizarra, lo mismo hago yo, en silencio y en serio es un silencio incómodo—. Por cierto, ahora pasaré la tarde contigo.

Mi ceño se frunce y dejo de escribir para encararlo.

—¿Conmigo? ¿Por qué conmigo? —inquiero.

—Porque debes estudiar —me informa y de verdad no tengo idea de qué habla.

—¿Estudiar qué? Todos pasamos la prueba con punteo alto... —me quedo callada casi abruptamente cuando me doy cuenta que estoy hablando como yo en el cuerpo del bueno para nada de Jamie.

—¿Todos? Stiles, tú dejaste cinco clases y tienes una suerte de mierda... —me golpea el hombro—. No me digas que ya te estás haciendo el zopenco, Jamie, si no te tomas en serio esto, es una pena que el director se haya tomado la molestia de concederte las últimas pruebas por dos, sólo porque realmente cree en ti y quiere verte jugar en un equipo de la NFL...

—No es verdad —susurro. Jamie está más afuera que adentro. Su futuro está colapsando, su formación académica depende de estas últimas pruebas para poder graduarse y así ingresar a una universidad con equipo profesional de jugadores de fútbol americano—. Creo que ya lo recuerdo —sonrío a la fuerza y me vuelvo en el puesto sólo para clavar la vista en la mesa y luego recorrerla hasta llegar al celular de Stiles y ver mi reflejo en la pantalla.

¿Merece Jamie poder graduarse con lo irresponsable que es? Claro que no.
¿Merece el señor Stiles que su hijo sea un mediocre? Su esposa lo dejó por algo, ¿no?

No, Mckenzie, no pienses igual que mamá.

Observo los ojos aqua que ahora me pertenecen. Nunca había visto unos ojos tan preciosos en mi vida. Nunca se lo dije a Stiles, pero sus ojos son realmente hermosos y admirables. Los mechones de cabello negro me caen sobre la frente y me doy cuenta de que por primera vez noto que es atractivo. Niego con la cabeza para alejar esos pensamientos y al hacerlo esta me duele demasiado.

Este cuerpo no es mío ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora