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No pude dormir esa noche e incluso unas leves ganas de llorar me invadieron. Mi madre me reconfortó en un abrazo que logró pulir las partes de mi alma que querían romperse, a pesar de que no había mencionado a Camila y había actuado tan normal como mi estado anímico me lo permitió, ella detectó que algo no se encontraba bien conmigo.

Sin embargo, como he descubierto con los años, las madres tienen un sexto sentido que se despierta cuando sus hijos no son del todo felices. Esa noche, junto con muchas más, agradecí ese abrazo despreocupado y el trozo de chocolate que mi padre me dejó como postre.



Sin mirar atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora