Ella es una chica con una vida y un porvenir deplorable sin esperanza de cambio. Nació en campamentos junto a las anomalías, esas a las que todos aborrecen, pero ella protege.
Él es un Dios arrogante, oscuro, misterioso. Y una de las principales raz...
Todo tan oscuro, unas pequeñas luces reflejadas en la puerta.
Cuando recién me percaté que estaba abriendo los ojos, quise abofetearme mentalmente por lo poco pendiente de mis actos.
Sentí como una sábana me cubría, pero algo aferrado a mi brazo llamó mi atención.
Era él.
Es Adrián en carne y hueso.
Su mano se aferraba a la mía, mientras su cabeza descansaba en mi antebrazo.
Se quedó dormido.
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—A-a...dri-án...—joder mis cuerdas vocales están medio muertas.
Debido a que no se movió un milímetro con mi voz, usé la poca energía que he reunido para acariciar su cabeza.
Su cabello, había olvidado lo cedoso que era, siempre está muy bien peinado, pero esta vez está desordenado. Lo prefiero así, se ve despreocupado, me gusta verle tranquilo.
Su cabeza se alzó al captar el movimiento de mis dedos sobre su cráneo.
Pestañeó varias veces antes de saltar sobre mí y abrazarme.
—Estás aquí, viva. Creí que te perdería, por un momento pensé que no volvería a ver la luz de tus ojos. Preciosa lo siento tanto, no soy capaz de mantenerte a salvo, es irónico, pero ser un Dios no me da las fuerzas para salvar a la única persona que me importa—no pude articular palabras ante su confesión.
—Jamás tuve tanto miedo en mi vida, siempre he tenido días monótonos, carente de emoción. Me preocupaba del bienestar de mi reino, siempre creí que mi destino era ese, había nacido con ese propósito, era lo que tenía que hacer. Cuando te ví, pude verme reflejado en tus ojos y odié esa imagen. Un ser frío, sin sentimientos, calculador y tú tan fuerte y vulnerable a la vez. Soy un inútil, eres la primera mujer que amo y aquí estoy en esta habitación contigo entre mis brazos herida y frágil—mi hombro se humedeció.
Adrián Doskas está llorando por mi.
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