XXXIII

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Capítulo 33.

Aeropuerto Internacional de Nápoles, Italia. 13 de Julio 2019.

—¿Odri? —miré a quien llamaba mi atención, y era una Shami somnolienta, que extendía sus brazos hacia mí.

Eran casi las diez de la noche, y habíamos estado en el aeropuerto por casi cinco horas porque el vuelo se retrasó.

Todos estaban cansados, porque también habíamos viajado casi dos horas desde Amalfi. En resumen, esta pequeña parada que habíamos tenido en Italia, nos dejó a casi a todos cansados. Pero había valido la pena, cenas a la luz del amanecer en un yate, paseo por las pintorescas calles del pueblo y delicias en cada tiempo de comida.

—¿Si pequeña? —ella se restregó sus ojos con sus manos y se posicionó entre mis piernas, reposando su cabeza en mi hombro.

—Me gusta viajar contigo y con mami... y con todos tus amigos —sonreí por sus palabras—. Y con mis nuevos amigos. ¿Son todos los que tienes en tus fotografías de tu billetera? —me reí. Así que la pequeña había hurgado entre mis cosas.

—¿Has visto mi billetera? —levanté una ceja interrogándola, y fue cuando mi pequeña amiga se dio cuenta de su pequeña confesión.

—Ups —colocó ambas de sus manos en su boca y se sonrojó. Era como si le hubieran pillado en su pequeña travesura, aunque la verdad, no tengo por qué enojarme. Literalmente, no tengo nada en mi billetera, no guardo secretos. Mi billetera era mi lugar donde guardaba fotos de mis ahijados, incluso de mi madre y Victoria, y tenía mi documento de identificación y mi tarjeta de crédito. Yo reí con ella y le hice un poco de cosquillas—. No, cosquillas no —se rió y me abrazó fuertemente de mi cuello—. Lo siento por revisar tu billetera. No era mi intención —sonreí e intenté apartarla de mí para que me viera a los ojos, ella estaba más que sonrojada.

—¿Y podré saber por qué mirabas en mis cosas? —ella mordió su labio y bajó la mirada, mientras jugaba con sus dedos.

De un momento a otro, la expresión de Shami había cambiado completamente. Eso me preocupó.

—Porque... nada —susurró.

—¿Segura? —levanté su mentón con ternura, mientras acariciaba sus cabellos dorados que caían por todos lados. Si algo sé de Shami, es que su enemigo mortal, es el peine y no saber mentir.

Bueno, al menos que inicie el chantaje con chocolate y se deje peinar por mí. Cosa que mi novia agradece porque soy el único que ella deja que toque su pelo. Y tengo que admitir, sin alardear, hago muy buenos peinados; desde trenzas de tres y de pescado, recogidos e incluso sé hacer rizos.

—Si... —dijo dudando de ella misma y luego bufó, cruzándose de brazos. No podía mentir mi Bichito y eso lo sabía de antemano, tampoco sabía ocultar sus emociones. Ahora estaba enojada o triste.

—Pequeña... dime lo que atormenta tu lindo corazón de melón —besé su barriguita, haciéndole cosquillas. Logré sacarle una sonrisa, punto a mi favor.

—Es que es tonto —susurró tímida.

—¿Por qué sería tonto? Tú me importas bichito, y todo lo que te preocupa, también me preocupa a mí. ¿Entiendes?

—¿Bichito? —asentí.

—Es tu nuevo apodo, siempre te digo así en mi cabeza —ella hizo una cara de asco pero luego rió.

—Odri, entonces tú serás... hm —se hizo la pensativa, colocando su dedo índice en su mentón—. Serás Odri orangután —rió por su propio chiste, a carcajadas diría yo, incluso vi unas lágrimas.

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora