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Capítulo 30.

Desde el día que él volvió, nada volvió a ser como antes. Evane ese día fue al trabajo y no regresó siendo ella misma. La vi evasiva y a la defensiva. Ese día quise estar con ella pero me apartó, diciendo que estaba cansada. La comprendí, sabía que ese día había descargado tantas emociones que no estaba estable. Evane suele cerrarse por un periodo de tiempo, para luego volver abrirse y sentir que todo estaba bien. No quería que ella pasara por eso sola, nunca es bueno reprimir lo que sentimos.

Así que decidí al día siguiente, antes de ir con los niños, llevarle flores y chocolates. Doce flores en total y una de plástico, para que supiera que en nuestra relación, lo que prevalecía sobre cualquier situación era nuestro amor. Pero ese día no me abrió la puerta.

Las siguiente semana apenas me contactaba, todos los días la iba a visitar pero ella se encerraba en su habitación. Shami compartía conmigo y pensaba en cómo hacer sonreír a su mami.

Ella dijo que si me vestía de príncipe, tal vez ella pensara que la fuera a rescatar. Y así lo hice, alquilé un traje de príncipe azul y una corona. Toqué su puerta varías veces e imité una voz con acento elegante y medieval. No escuché alguna respuesta y eso me hizo trepar hasta su ventana.

Ella estaba de espaldas, recostada en la cama, con su ropa aún de trabajo. Yo me acerqué a hurtadillas sin hacer ruido y me hinque al lateral de la cama para estar a su altura.

—Dijeron que había una damisela en peligro... creí justo que su príncipe azul viniera a su rescate —me incliné para dejarle un beso en su sien y ella se dio la vuelta.

—Estoy enferma... y no necesito que me rescaten.

—Amor...

— Solo vete, no quiero ver a nadie en este momento.

—Shami te necesita... —dije firme—. No olvides eso, que tú razón de vida está detrás de esa puerta preguntándose porque su mamá llora —ella no dijo nada —. Y yo también te necesito... te necesito porque te amo. Estamos aquí para ti, no tienes que pasar por esto sola.

Sin embargo, no recibí su respuesta y decidí desistir. Le daría tiempo al tiempo. Ella necesitaba su espacio para recapacitar.

Y así transcurrieron los siguientes días.

La había escuchado llorar, por horas encerrada en los baños. Sin dejar que yo me acercara o la consolara; me decía que estaba bien pero no dejaba que ni la tocara.

Lo sentía, me repudia con su mirada, me miraba como el enemigo; como si fuera hacerle daño. Incluso creí que me gritaría por irla a visitar todos los días sin falta y llevará a Shami al colegio.

Lo toleré unos días, traté de ser comprensible y darle su espacio. Le hacía su desayuno, lo llevaba a su cama; cuidaba a Shami por las noches y la llevaba a veces a los entrenamientos con los chicos para que Less tuviera su espacio. Incluso una noche me pidió que cuidara su puerta porque no se sentía segura, y me quedé dormido en el umbral de la puerta para que ella se sintiera que estaba con ella y que nadie la dañaría.

Pero dolía, dolía su rechazo. Que me alejara y no hablara. Que no me decía ni cómo se sentía. La miraba envuelta en su rutina, trabajando y regresando tensa.

Quise preguntarle pero sabía que no me respondería. Me repetí que era cuestión de tiempo para ser Less y Dev. Pero no fue así. Porque cada vez que me acercaba, ella daba dos pasos más. Incluso un día tuvo miedo cuando levanté la mano para acariciarla. Entonces lo supe en ese instante, sus miedos volvieron a renacer cuando vio al idiota. Ella pidió disculpas con su mirada pero se giró, protegiéndose. Creando una barrera impenetrable que no soportaría. Mierda, nada dolía más que ver a la mujer que amas, en silencio, sufriendo y atormentando con su peor pesadilla.

Hermosa Pertinencia (Beautiful Last Chance)Where stories live. Discover now