Espero que algún día puedas perdonarme. Bella

Bella

Cédric apretó mi mano entre la suya y me sonrió. Ya habíamos llegado al aeropuerto de Washington, Chloé iba de mi mano, observándolo todo con ojos llenos de fascinación. El verde no cambiaba mucho de Francia aquí, pero lo que sí cambiaba era el matiz grisáceo que todas las cosas poseían, y que a mi hija parecía gustarle. Recogimos las maletas y mi novio se encargó de llevarlas en el carro. Ya en la terminal de llegadas, me puse de puntillas para intentar verle por algún lado.

Unos metros más allá se encontraba él, que al verme sonrió de oreja a oreja y se me acercó entre la multitud. Nos fundimos en un fuerte abrazo, y en seguida noté cuánto había cambiado a lo largo de estos años. Estaba más alto, más fornido, se había dejado una leve barba de tres días y su sonrisa seguía siendo la misma que hacía un tiempo. Jacob también estaba asombrado con mi cambio.

-¡Vaya Bells!-dijo riendo-, ¡Cómo has cambiado!

-Podría decir lo mismo de ti, mírate estás buenísimo por Dios.

Se rió y nos separamos. Entonces cayó e la presencia de otras dos personas, se acuclilló ante la niña y le sonrió, ella aun estaba algo desconfiada.

-Tú debes de ser Chloé…-dijo Jake.

-Sí-contestó-, ¿y tú quién eres?

-Parece mentira que tu madre no te haya hablado de mí-me miró de reojo-, yo soy tu tío Jacob.

De pronto, ella sonrió y me miró con reproche.

-¡Mamá! No me habías dicho que tenía un tío tan guapo-me reprendió.

Yo estallé en risas al igual que Cédric. Esta niña se parecía demasiado a mí. Jacob se acercó a Cédric y le tendió la mano.

-Jacob Black, mejor amigo de Bella-se presento educadamente.

-Cédric Moler, el novio de Bella.

Jacob no se lo esperaba, y no era para menos… No le había contado que tuviese novio y mucho menos que fuera a ir conmigo a Forks.

-Encantado-prosiguió mi amigo.

Salimos hablando animadamente del aeropuerto hasta los aparcamientos, donde me llevé una gran sorpresa. Frente a mí se encontraba mi preciado Cadillac, tal y como yo lo había dejado.

-¡Mi coche!-jadeé mirándolo.

-Tu coche-afirmó Jake.

-Oh Dios mío, ¡gracias Jacob!

Sin perder el tiempo subimos las maletas al portabultos y yo quise conducir. Cédric se sentó a mi lado y detrás iban Chloé y Jacob. Sentir el material del volante bajo mis dedos era una sensación que no tenía desde que me fui de Estados Unidos. Con una enorme sonrisa encendí el motor, suspiré cuando escuché su dulce sonido.

-Madre mía, menos mal que te he dejado conducir, se ve que tenías un mono impresionante.

-En Francia tenía chófer personal-expliqué-, y hacía tiempo que no cogía un volante.

Arranqué, y en cuanto salimos de los aparcamientos y nos adentramos en la autopista aceleré con un gustazo increíble. Bajé la ventanilla un poco, entonces el viento azotó mis cabellos hacia atrás y me sentí libre después de tanto tiempo. Una sonrisa se posó en mis labios. Vi el cartel que rezaba los kilómetros restantes hacia Forks, todavía nos quedaban unas pocas horas. Cuado llevabamos u tiempo en camino hicimos parada en una gasolinera porque Chloé, la cual se había hecho muy amiga de Jacob, quería ir a baño y tenía hambre. La acompañé y cuando salimos del baño, de camino a la tienda, la niña me miró con una gran sonrisa.

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