ᴛʀᴇɪɴᴛᴀ ʏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ

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Lisa y Eal salieron a dar un paseo ese día, aunque con cuidado, ya que Eal seguía teniendo la escayola en el pie y andaba con muletas.

Por el camino, Eal se acordó de aquel hombre con el que hablaba todos los días de verano, al que nunca le preguntó si nombre o viceversa. No sabía que había sido de ese señor, pero quería pensar que seguía dando charlas a pequeños chicos sobre la sociedad, y que habría que hacer para cambiarla.

Le vinieron a la mente unas palabras que dijo uno de esos días de verano, cuando daban de comer a las palomas, con ose hizo costumbre.

"Chico, hasta los ciegos te juzgarán por como te vistes y por tus apariencias. Todos lo harán. Los sordos criticarán tu manera de hablar y los mudos replicarán ante tus ideas. Por eso tú, tienes que cambiar todo esto, por todos nosotros, los que ya lo hemos intentado y no hemos podido" Eal pensó que no se le olvidarían jamás, y no lo hicieron.

— Eal, ¿Qué vamos a hacer con ellos? Se han vuelto... Populares, repelentes. — Y ojo, que Lisa no quería decir que todos los populares del mundo fueran iguales que los de su instituto, pero no había tenido mucha suerte con los que conocía hasta entonces.

—¿Crees que les necesitamos? — Eal resopló y se dirigió a un banco para descansar un poco.

—Eal, es tu mejor amigo, y mi hermana. Claro que les necesitamos. Y les necesitaremos. Piénsalo. —Lisa era la voz de la razón de Eal, que entre esas ojeras cada vez más notorias y oscuras se escondía.

—¿Tú crees? Qué es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. — Recitó de memoria Eal. Esa poesía siempre le venía a la cabeza cada vez que se sentía solo, por lo que últimamente estaba siempre presente en sus pensamientos.

—Si, lo creo. Pero no les entiendo. No les entiendo. —Lisa repitió esto último para después suspirar, rendida, sin saber cómo hacer que les hablarán y que todo volviera a ser como antes.

—¿Hace falta entender para captar lo obvio? —Eal rió fríamente, como su corazón se estaba volviendo de nuevo, después de haber pasado por un periodo de iluminación.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento mi única patria, la mar— Susurraron los dos. Y es que no lo entendian, no comprendían el significado del poema por ese gran autor español, pero sabían que algo tenía que ver con ellos y por eso lo llevaban en el corazón.


Vi-tí-li-go {Enfermos I}Where stories live. Discover now