ᴛʀᴇs

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Eal se encontraba a la salida del colegio, esperando a que su madre viniera a recogerle. En cuanto pudo distinguirla entre la multitud, corrió hacia ella y se lanzó a sus brazos. A pesar de tener once, siempre que veía a su madre la abrazaba, porque entendía que era muy importante en su vida.

—¿Qué tal el colegio, Eal?— Su madre le coloca bien el abrigo mientras, el niño, distraído, mira hacia un lado del patio en el que se encuentran, y ve a Iván saliendo solo del colegio.

—Bien, hoy hemos estado aprendiendo una poesía, y vamos a ir recitándola. — Cuando ve que ella asiente y comprueba que le escucha, continúa con su charla, que algunos dirían que es interminable.—Al principio de todos los miércoles.

Se dirigieron a la puerta que daba a la calle y María, así era como se llamaba la madre de Eal, tomaba de la mano a su único hijo para guiarle hacia el coche, mientras, él, embelesado por la poesía en su cabeza, recitaba un fragmento de La canción del Pirata.

Y esas palabras comprimidas en versos que amenazaban con explotar y formar una guerra, encerraban un significado, que ni él entendía en ese momento.

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín;
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
Y allá a su frente Estambul:

-Navega, velero mío,  sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho
a despecho del inglés
y han rendido sus pendones
cien naciones a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa sea cualquiera,
ni bandera de esplendor,
que no sienta mi derecho
y dé pecho a mi valor

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

A la voz de ¡barco viene!,
es de ver cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer.

En las presas yo divido
lo cogido por igual:
sólo quiero por riqueza
la belleza sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida ya la di
cuando el yugo del esclavo
como un bravo sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno al son violento,
y del viento,al rebramar,
yo me duermo sosegado,
arrullado por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

José de Espronceda

Vi-tí-li-go {Enfermos I}Where stories live. Discover now