ᴅɪᴇᴄɪɴᴜᴇᴠᴇ

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Lisa y Clara no iban a la clase de Iván y Eal, iban al "B", pero a su mismo curso. Eran hermanas, Clara era adoptada y se llevaban de maravilla. Los cuatro se juntaban en todos los recreos para hablar y jugar si surgía una actividad que les gustará a todos.

Después de un mes, en Octubre, parecía que todos se habían "olvidado" de Eal y de su vitíligo. Había laguna comentario, pero ahora le trataban como a Iván, casi como si no existiera. Eso, en cierto modo, le asustaba, porque él tenía miedo de la soledad, pero teniendo a sus nuevos amigos ese miedo no se podía hacer realidad. Nuestro castaño también seguía sufriendo, preguntándose donde se encontraba su padre, esperando que un día volviese y que todo fuera como antes.

Iván, por su parte, creía haber encontrado alguien que le gustaba. Tal vez era por la proximidad de Clara, o su forma de ser, que llegó a pensar que había algo entre ellos que podía ser bonito.

—Clara, deberíamos salir algún día si te apetece— Iván iba caminando con ella solamente. Lisa y Eal habían ido a comprar palomitas para entrar al cine.

—Claro, estaría bien— A Clara también le gustaba Iván, era inteligente, y majo con ella. Tenía algo especial.

—Chicos, ya estamos aquí.— Eal venía corriendo detrás de ellos y les alcanzó rápidamente. Eal ahora media algo más que Iván, había crecido en Septiembre.

Entraron a ver la película y luego, al salir, cada uno esperó a sus padres, porque ninguno vivía cerca del cine.

Lisa y Clara se fueron las primeras con sus padres en coche. Iván y Eal se quedaron sentados en un banco.

—¿Sabes? Me gustan tus manchas. —Iván era directo, aunque Eal también. Se diferenciaban en que el primero era suave, mientras que el segundo podía llegar a ser algo cruel cuando expresaba su opinión.

—No mientas. —Eal resopló, algo fastidiado.

— No estoy mintiendo, ¿que te hace pensar eso? Sobre todo los de tu cara. —El vitíligo se había extendido aún más en este mes que había pasado desde septiembre, pero no demasiado. A Eal le seguía gustando, pero no podía comprender cómo a alguien más podía resultarle bonito. Esto no quitaba que se echará la culpa a sí mismo por tener la enfermedad, porque si uqe lo hacía.

—Es imposible, no es bonito. Es raro. — Eal se negaba a creerlo. Han de sus cualidades es que podía ser muy testarudo si se presentaba la oportunidad.

—También las que están cerca de tu ojos, te prometo que no estoy mintiendo— Por un segundo, solo un momento, Iván miró a los ojos a Eal, y viceversa, y este chico de pelo castaño revuelto le creyó. Pero solo por u segundo.

—Claro que no mientes. —Eal rodó los ojos y se giró, en un intento de que no le mirara tanto, lo que era imposible para el moreno, porque se sentía hipnotizado por el castaño.

—Vamos a hacer un pacto. Nada de mentiras, nunca, solo la verdad. — Iván extendió su mano para que Eal se la estrechara e hicieran una especie de saludo secreto que tenían entre ellos dos.

—Acepto. — Una palmada, dos apretones y cruces de palmas más tarde, el pacto se selló.

La madre de Iván llegó antes. Conoció a Eal y le cayó bien instantáneamente. Ella sabía que uno de los amigos de su hijo tenía vitíligo, no paraba de hablar de él, pero no sé lo imaginaba tan maduro y guapo para su edad. Obviamente la madre de Iván no le dijo a Eal que su hijo hablaba mucho de él, eso sería muy de serie de televisión. Cuando María vino mientras hablaban los tres, la madre de Iván, Virginia, invitó a Eal a cenar un día en su casa. Él aceptó, ¿cómo no iba a hacerlo? Era su mejor amigo.

Se despidieron y cada uno fue a su casa, pero los dos se quedaron pensando en una misma frase:

Nada de mentiras, nunca, solo la verdad.

Vi-tí-li-go {Enfermos I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora