Fiesta de Aniversario

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—¡Hailee! —exclamaron al unísono tanto Elizabeth como Henry.

Aquello no me importó. Seguí firme en mi postura y no conseguirían que yo me arrepintiera de una sola palabra. Ver el rostro descompuesto del desagradable personaje que tenía en frente fue como un bálsamo para mí.

—Que desfachatez. Que joven más grosera y petulante —vociferó el anciano.

—Cuidado —dije con fingida preocupación —. A su edad las emociones fuertes son sinónimo de ataque al corazón.

Le di la espalda y caminé para irme de allí.

—No hemos terminado, Hailee. Te guste o no, eres mi hija y formas parte de esto.

—Hagan lo que mejor les parezca, pero eso no cambiará mi opinión —contesté sin molestarme en voltear.

—Estos jóvenes de ahora son cada vez más difíciles —dijo alguien en la sala.

—Ella tiene razón. Una fiesta no es lo más adecuando en estos momentos, eso podría generar críticas —escuché opinar a Derek, por primera vez.

—Estamos buscando volver a enfocar la atención de los medios en Henry. Llevo en esto toda mi vida, nada saldrá mal —contestó McAdams, evidentemente exasperado.

Y eso fue lo último que logré oírles decir.

****

En los días sucesivos, las pesadillas se intensificaron a tal grado que ya casi no conseguía dormir por las noches. No podía sacar de mi cabeza la imagen de Katherine Clifton, ni lo que había descubierto al terminar de leer el diario íntimo de Hailee. No deseaba admitirlo, pero empezaba a volverme paranoica. Me estaba aislando de todos y sabía que los Middelton, comenzaban a notarlo.

Pasaron varios días, y yo continuaba sintiéndome como Alicia en el país de las maravillas, cayendo por el agujero del conejo. Me hallaba desorientada, con la cabeza y los sentimientos hechos un lío. Necesitaba desahogarme y solo había una persona en quien confiaba para hacerlo.

Pronto, el día de la fiesta llegó. Esa mañana todos en casa estaban de un lado a otro. El exclusivo organizador del eventos, hablaba como loco por su teléfono celular, dando ordenes como un alternador.  Aproximadamente una docena de personas entraban y salían de la casa al mismo tiempo que llenaban el jardín con sillas, mesas, arreglos florales y mantelería; cada cual daba la impresión de estar concentrado en sus tareas. Mientras una comisión se encargaba del sonido y la iluminación, otro grupo trabajaba en la decoración. Al echar un vistazo hacia la cocina se lograban ver las cajas de vino y champán junto a toda la comida y aperitivos que habían encargado. Aquello era un completo hervidero donde nadie jamás querría entrar para hacerse cargo de la organización.

—¿A dónde vas? —me preguntó Darren, quien salió del comedor con un panecillo en la mano a medio comer.

—Daré una vuelta por ahí.

—Tu padre está por acá, si te ve salir en serio lo estresarás mucho —me advirtió.

—Regresaré a tiempo, por favor no le digas a nadie que me viste salir.

Me observó con complicidad.

—Mis ojos no han visto nada.

—Gracias —le dije y salí de allí mirando a todos lados para evitar un encuentro con Henry y sobretodo con su personal de seguridad privada.

Cuando logré escapar de la casa, Ethan ya estaba esperando por mí, tal y como lo habíamos acordado.

—Vaya, vaya. Algo me dice que estás rompiendo la ley otra vez —señaló cuando entré a su auto.

Dos VidasWhere stories live. Discover now