Sala de Emergencias

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—Tiene una herida en la pierna, creo que necesitará atención médica —le dijo Margareth. 

—¿Qué fue lo que pasó? —me preguntó.

—El taxista me hirió con una navaja. 

Vino hacia dónde estaba y se agachó frente a mí. 

—¿Te hizo algo más?

Negué.

—Déjame ver —me pidió y yo accedí.

Con cuidado y muy lentamente subió la tela del jeans hasta mi rodilla para examinar la herida. 

—¿Tienen un botiquín de primeros auxilios? —preguntó Derek.

Margareth asintió y salió a buscarlo. Cuando regresó traía en sus manos la pequeña caja metálica. Por su parte, Derek la recibió enseguida y sacó de ella el alcohol y gasas. Me quejé cuando aquello entró en contacto con mi piel. Ardía y el dolor empezó a ser punzante.

—Necesitarás un par de puntadas.

—¿Qué?

—Es un corte profundo —me indicó mientras cubría la herida.

Yo no había querido revisarla, el olor metálico de la sangre me tenía con el estómago revuelto. Sin embargo, no creí necesitar atención médica.

—Llévame a casa, por favor.

—Eso tendrá que esperar. Debes dejar que te revise un médico.

Suspiré mientras me encogía de hombros. Derek se puso de pie y cuando vio que tenía un poco de dificultad para caminar hizo que me apoyara en él pasando mi brazo por detrás de su cuello.

—Vince, Margareth; muchas gracias por todo —dije antes de salir de su casa. 

—De nada, cariño. Cuídate y que te mejores —dijeron prácticamente al unísono.

—Gracias —le dijo Derek al despedirse de ellos. 

Salimos de allí y fuimos a paso lento hasta llegar a su automóvil. Derek abrió la puerta del Mercedes-Benz negro y me indicó que subiera. El asiento de curo oscuro me pareció reconfortante apenas me acomodé sobre él, el bonito tablero frente a mí es llamativo y todo huele a recién sacado de la fábrica.

Tan pronto Derek cerró la puerta, rodeó el vehículo y se deslizó en el asiento tras el volante.

—Colócate el cinturón de seguridad, por favor —pidió antes de encender el motor.

Estiré mi brazo para alcanzar el cinturón, luego lo crucé por encima del pecho para abrocharlo. El Mercedes-Benz se puso en marcha y posteriormente nos alejamos de aquellas calles olvidadas por el mundo. 

—¿Estás bien? —preguntó Derek al cabo de un largo silencio incómodo.

—Si.

—¿Quieres contarme lo que pasó?

—Me asaltaron.

—¿Cómo sucedió lo de tu pierna?

Es desagradable rememorar aquella experiencia. Pero decidí contarle.

—Sospeché que algo andaba mal y le pedí al taxista que detuviera el auto. Lo hizo pero las puertas se atoraron entonces el conductor se bajó para abrir la puerta. En el momento que descendí se fue sobre mí —hice una pausa antes de continuar —. Me defendí como pude pero él alcanzó a lastimarme con la filosa navaja que tenía.

Derek se mostró molesto y tenso.

—¿Podrías reconocer al agresor?

—Si, creo que sí.

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