El recital

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Sentí gran alivio al reconocer las calles del elegante vecindario donde residía la familia Middelton. Y mucho mejor, cuando el automóvil finalmente se estacionó a unos treinta metros de la entrada de la casa.

—¿Tocarás el interruptor para que abran? —Preguntó Ethan.

—No quiero alertar a nadie. Si saben que estuve fuera todo este tiempo, comenzaran a hacer demasiadas preguntas.

—Tengo un plan. —Dijo serio.

—¿Cuál?

—Te mostraré otro acceso, pero debemos ser muy cautelosos.

La malicia estaba implícita en el mensaje. Y aunque me considero una cobarde frente a las hazañas de ese estilo, no puedo negar que la llama de mi espíritu aventurero se encendió.

Una vez que Ethan tuvo mi consentimiento, el automóvil dio retroceso para dirigirse a casa de los Howell, la cual quedaba junto a la de los Middelton. La primera también era un hermoso hogar con linda fachada y alrededores no menos deslumbrantes.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando nos detuvimos.

—Te guiaré para que puedas entrar a tu casa. Espero que podamos burlar el sistema de seguridad. 

—Nos podemos meter en problemas.

Ethan sonrió de tal manera que su bonita dentadura quedó expuesta. Los hoyuelo en ambas mejillas son un rasgo peculiar que denota picardía en su rostro grácil.

—Tú ya estás en problemas. ¿Qué puede ser peor? ¿Qué te denuncien por allanamiento a la propiedad privada? Porque si eso te preocupa, te recuerdo que esa también es tu casa. El caso quedaría desestimado — dijo sonriente.

—Que gracioso. Deberías tener tu propio stand up comedy.

—Gracias por la sugerencia, lo tendré presente.

Sin decir más, ambos bajamos de su automóvil y rodeamos en silencio la enorme casa. Posteriormente, atravesamos un área verde y tras un par de arboles se encontraba un muro sólido de aproximadamente dos metros de altura.

—¿Este es tu plan?

—Si logras escalarlo estarás dentro de la propiedad Middelton. En tu situación no deberías ser tan exigente.

—No estoy siendo exigente. Es que dudo poder escalar esa pared. 

—Al menos intentémoslo. Yo te echaré una mano —me aseguró mientras se colocaba en una posición estratégica, entrelazando sus dedos para que pudiese apoyar mi pie en sus manos y lograr subir.

—Es una locura. 

—Locura es salir a dar paseos a mitad de la noche.

Lo miré seria y él volvió a reír al mismo tiempo que me animaba a subir.

—De cuerdo. Pero, por favor, no me dejes caer.

—Lo intentaré —dijo mientras yo trataba de escalar el muro de concreto.

—No juegues.

—Tranquila, te tengo —susurró —. Impulsate un poco y trata de llegar a la cima.

Con un poquito de dificultad y gracias a su gran ayuda logré hacer lo que me pidió.

—¿Estás bien? —preguntó cuando por fin pude llegar arriba y tomar asiento.

—Sí, pero esto es muy alto. Debimos pensar en una escalera. ¿Cómo se supone que llegaré allá abajo? No tengo súper poderes ni nada. —me quejé.

Dos VidasOn viuen les histories. Descobreix ara