Capítulo 14: Roto

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O sea... ¿Nos estás diciendo que eres gay?

No exactamente...

Dilan, explícate mejor porque no estamos entendiendo nada. Estuviste de novio con Carolina durante dos años y ahora... ¿estás con Gael?

Bueno, la cosa es que yo quise mucho a Carolina, hasta que nuestra relación se volvió muy... tóxica.

—¿Y de pronto estás enamorado de Gael?

Siempre lo estuve... respondió, para luego morderse el labio, avergonzado—. Solo que... no quería asumirlo.

Sus padres lo miraron, notablemente sorprendidos. Cuando Dilan les dijo que necesitaba hablar con ellos sobre algo sumamente importante, imaginaban cualquier cosa menos que su hijo confesara estar saliendo con su mejor amigo de infancia.

Bueno... el papá de Dilan fue quien reanudó la conversación—. No sé qué esperas que te digamos, hijo. Si tú te sientes de esta manera no hay mucho que podamos hacer o decirte. Lo que más nos importa es tu felicidad, y que no dejes de lado tus responsabilidades por esto.

Tienes suerte de no tener padres chapados a la antigua agregó su madre. ¿Los padres de Gael ya lo saben?

Dilan se encogió de hombros.

Con todo el escándalo que hizo Carolina no hemos hablado, supongo que sí. Yo quise venir a contárselos porque no quería que se enteraran por un rumor. Hace poco fue que... bueno, que nos declaramos y decidimos intentarlo.

...

La casita de madera fue su refugio una vez más, cuando la tormenta los atrapó por sorpresa en la plaza. Aquel rinconcito oscuro, con olor a madera barnizada, les brindó la tranquilidad y la privacidad que necesitaban para poder conversar y pasar el rato a gusto.

—¿Y luego qué dijeron?

—No mucho más —respondió Dilan—. ¿Y tus padres qué?

—Se lo conté a mi madre y ella le dijo a papá. Ella lo tomó demasiado bien, mi padre no hizo comentarios al respecto. La verdad no sé lo que piensa, y tampoco es que me importe mucho.

—¿Ya te dijo cuándo se van...?

Cada vez que salía el tema de conversación, Dilan sentía como si le dieran una patada en el pecho. Trataba de no pensar, pero al mismo tiempo, quería hablar del tema con Gael, saber qué iba a pasar cuando él se fuera. La ansiedad y la angustia lo estaban matando.

—En un par de semanas.

Dilan asintió, bajando la mirada.

—¿Y qué va a pasar con nosotros...?

Gael se giró, sentándose con las piernas cruzadas frente al rubio. Lo tomó del rostro con las dos manos y le dio un beso casto en los labios.

—Lo único que va a cambiar es que vamos a estar un poco lejos. Pero no va a ser por mucho tiempo. En cuanto cumpla mi mayoría de edad voy a regresar a buscarte. Yo te prometí que siempre íbamos a estar juntos, y no voy a romper mi promesa, pase lo que pase.

Dilan se mordió el labio, intentando contener el llanto. Gael le pasó los pulgares por las mejillas, una caricia sutil que intentó, inútilmente, quitarle un poco de toda la angustia que cargaba.

—Todavía lo recuerdas...

—Por supuesto que sí. Yo nunca olvido mis promesas. Me faltan solo dos años para cumplir dieciocho, voy a buscar la manera de ahorrar dinero para pagarme el boleto de avión, pero voy a volver. ¿Esperarás por mí?

En ese momento, el rubio ya no pudo contener más las lágrimas.

—Claro que sí... —habló con la voz ahogada, cortada por los espasmos del llanto—. Estaré aquí para cuando puedas volver.

—Todo lo que necesito es saber que tú me estarás esperando, no me hace falta nada más.

Dilan se limpió el rostro con la manga del abrigo que llevaba puesto antes de responder.

—Hablaremos todos los días, ¿verdad?, ¿me vas a contar cómo te va en tu nuevo colegio y eso? Quiero que me mandes fotos de todo.

—Claro que sí. Te daré los buenos días y las buenas noches, y te escribiré en cuanto salga de clases, también te mandaré fotos de todo, lo prometo.

Dilan se abalanzó a sus brazos cuando la angustia volvió a atorarse en su garganta. Se aferró a su cuello, hundiendo el rostro en su pecho. Aspiró con ganas el aroma amaderado de Gael, quería guardarlo en su memoria y recordarlo cuando la tristeza quisiera derrotarlo.

—Te amo... —susurró, con la voz quebrada—. Lamento no habértelo dicho muchas veces, te amo tanto... Voy a extrañarte mucho. Por favor no pases ni un solo día sin escribirme.

Gael rodeó la espalda de Dilan con los brazos. Su palma abierta le acarició los omóplatos con suavidad. Aún en aquellas circunstancias, esa frase hizo que se le acelerara el corazón. Dilan era su fortaleza, el único motivo por el cual seguía en pie sin quebrantarse.

—Yo también te amo, princesa.

Se quedaron el resto de la tarde allí, abrazados, disfrutando de la lluvia y del calor del otro. Cuando la tormenta les dio tregua, salieron de la casita y luego de una desganada despedida, se marcharon a sus hogares.

—Gael, ¿dónde estabas? Hay que empezar a empacar, todavía me queda todo lo de la cocina y lo del comedor.

—Pasé la tarde con Dilan —respondió de mala gana mientras se quitaba el abrigo.

Su madre suspiró. Ella comprendía el dolor que significaba para su hijo el tener que separarse del muchacho. Estuvo tratando de convencer a su esposo para que cambiara de opinión, pero el hombre se mantenía firme en su posición, argumentando que la integridad de su hijo estaba en juego, y también tenía razón.

Se acercó a Gael para abrazarlo, este se dejó hacer, cerrando los ojos cuando la tristeza lo inundó de nuevo.

—Yo sé que esto es difícil, hijo. No quiero que te enojes con tu padre, está preocupadísimo por ti. Si vieras cómo se puso cuando supo todo el problema...

—Ya no hay nada que pueda decir ni hacer. Aunque me enoje con él, con Carolina y con el mundo, nada va a cambiar el hecho de que me voy a alejar de Dilan, así que no tiene sentido que siga agregando más sentimientos desagradables. Yo entiendo los motivos de papá.

Su madre prefirió no seguir con la conversación. Gael se sentó en el sofá y comenzó a guardar los adornos en silencio. A la hora de la cena, comieron juntos mientras veían la televisión, su padre había viajado de nuevo para concretar los detalles de la mudanza, así que estarían solos por el resto de la semana.

Se despidieron cerca de las once de la noche, después de lavar la cocina entre los dos. Gael se dio una ducha, cepilló sus dientes y luego de ponerse el pijama se tumbó en la cama con el teléfono en la mano.

 

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