Capítulo 22: último esfuerzo

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Llegó a su primer clase a las corridas, con diez minutos de retraso. Se metió agazapado, tratando de hacer el menor ruido posible para no interrumpir al profesor, y ocupó el último asiento al final de la última fila. La mirada indagatoria de sus amigos lo puso un pelín nervioso; le sacaron radiografía buscando alguna pista que les revelada el motivo de aquella actitud tan exaltada, y esos ojos tan brillantes. Mientras revolvía su mochila para sacar sus materiales, pensó que debía prepararse para la avalancha de preguntas, que desde luego, no quería responder.

Lo menos que esperaba era que las cosas terminaran de esa manera. Su voluntad se fue al garete junto con la idea de tomarse las cosas con calma, sin embargo, y a pesar de la pizca de culpa que sentía, no se arrepentía de absolutamente nada.

Se acodó en el pupitre, con la mirada perdida al frente. De inmediato los recuerdos comenzaron a pasar por su mente como una película; reprodujo cada momento hasta esa misma mañana, cuando dejó a Gael desnudo en su sofá, y rechazó con pereza la invitación a repetir el encuentro. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro de mejillas arreboladas, y se esfumó de inmediato cuando al girar el rostro, volvió a encontrar la mirada inquisidora de Daniela y Pablo. La chica se tocó el cuello mientras movía los labios, y Dilan no comprendió lo que intentaba decirle hasta la hora del receso, cuando finalmente, lo atraparon.

—Viejo, a mí no me vengas con el cuento chino de que solo hablaron porque ya estamos grandes para eso, y yo no me como los mocos —dijo Pablo.

—Eso que tienes ahí es un chupón, así que suelta la sopa —continuó Daniela.

Dilan se llevó la mano al cuello, notablemente avergonzado.

—¿Qué se supone que tiene que decir, Dani? Ya sabes lo que pasó, o sea...

—¡Paren los dos! Sí... sucedió lo que ustedes imaginan, ¿contentos?

—¿No se supone que irían despacio? Hace unas semanas atrás estabas llorando por los rincones, dispuesto a hacer una nueva vida, y ahora ya le entregaste tu florecita —volvió a atacar Pablo.

Dilan se rió sin ganas.

—Sé lo que dije, y también sé que lo que se supone que debería haber pasado, no pasó. Es difícil cuando hay tantos sentimientos de por medio. Tú mismo me lo dijiste, vino de España hasta acá explícitamente a buscarme...

—Sí, bueno, estamos claros que aparentemente te quiere —comentó Daniela—, lo que nos preocupa ahora es que la distancia y todo lo que pasó, no deje abierta ninguna herida que acabe rompiendo definitivamente la relación. ¿Tú lo perdonaste?

—Él me dio sus motivos, no es que se fue con alguien más. Todo lo que pasó en España, incluso el hecho de que haya tenido que irse, fue por mi culpa.

—No, por tu culpa no —saltó Pablo—. Por culpa de la loquita que tenías de novia. Escucha, amigo... Si tú quieres comenzar de nuevo y encarar una relación los dos deben olvidar el pasado. Disfruten del ahora, porque sino va a suceder lo que dijo Dani. Deja atrás las culpas y los resentimientos y disfruten de esto.

Dilan se fue a casa con aquellos consejos rondándole en la cabeza. Ahora que sus sentimientos se habían aclarado, estaba dispuesto a dejar los miedos atrás y encarar una relación con Gael, pero necesitaba tener una charla con él para concretarlo.

. . .

Escúchame, Gael. Si yo puse mi voto de confianza en ti fue porque realmente sé que todo lo que sucedió te afectó demasiado. Pero ahora que eres parte de esto, no puedes tirar todos los años de trabajo por la borda y dejarme solo.

—Pudiste mantener la empresa en alto desde siempre y nunca necesitaste de nadie, papá. Tú sabías que yo no tenía planes de quedarme para siempre en España.

La laptop descansaba sobre sus piernas, y la pantalla mostraba el rostro adusto de su padre. Llevaba varios días aplazando aquella charla, pero luego de lo sucedido con Dilan, supo que era tiempo de enfrentar sus problemas de forma madura.

¿Y qué vas a hacer? Estás quedándote en un hotel, allá no tienes trabajo ni un lugar donde estar, y todavía sigues siendo mi empleado, firmaste un contrato conmigo, Gael, no puedes simplemente dejarlo. En algún momento se te acabará el dinero, ¿qué harás cuando eso suceda?

—Yo puedo arreglármelas, papá. No creas que tú eres el salvador del mundo.

El hombre meneó la cabeza en un gesto negativo, y se aflojó el nudo de la corbata.

Piensa bien lo que vas a hacer, Gael. Yo no voy a seguir obligándote a nada, pero por lo menos podrías tener la delicadeza de venir y renunciar formalmente a tu cargo, porque yo puse mi confianza en ti, y siempre hice lo que creí correcto aunque me haya equivocado. Voy a estar esperando tu llamada mañana a esta misma hora, y de verdad espero que no me falles.

La llamada terminó y Gael quedó con la palabra en la boca. Tenía demasiadas cosas en que pensar porque sabía que su futuro estaba en juego. Su padre tenía razón, tenía que tomar las riendas de su vida, no podía seguir en aquella burbuja, él había dado su palabra, ahora tenía que cumplirla.

Buscó su teléfono y cuando lo halló sobre la cama, discó el número de Dilan. La voz suave del muchacho le acarició el oído, robándole una breve sonrisa.

—Princesa, ¿estás ocupado? Quiero juntarme contigo esta noche.

Bueno, tengo que estudiar para un examen, pero si quieres puedes venir a eso de las ocho, justo estaba por escribirte.

—Claro. Llevo algo para cenar, y prometo no fastidiarte mucho, me acomodo en algún rinconcito de la casa y te miro estudiar.

La risita pícara del rubio le causó ternura. Bastaba solo con escuchar su voz para estar seguro de sus convicciones; era Dilan el que lo empujaba a resolverlo todo de inmediato y comenzar de nuevo; no había nada que Gael deseara más que estar junto a él.

Bien, lo acepto solo porque vas a traer comida.

—Bueno, entonces nos vemos esta noche. 

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