Capítulo 2: Esto es guerra

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—Buenos días, princesa.

—Buenas noches, dirás.

Dilan bebió un sorbo de su refresco y lo guardó en su mochila. Gael se le acercó, abrazándolo por el cuello, al tiempo que dejaba un ruidoso beso en su mejilla.

—Bueno, sí. Me dormí.

—Ya lo sé, pasé a buscarte hoy. Si sigues haciéndote la rata en la primer hora, le voy a decir a tu madre. Sé que te haces el loco porque ella se va a trabajar.

Gael chasqueó la lengua, haciendo una mueca.

—No creo que seas tan rata como para hacer eso.

—¿Apostamos?

Gael se carcajeó, con la incredulidad aún dibujada en su rostro.

—Eres un hijo de puta. Tú no eres mi mejor amigo.

Dilan chistó.

—Si no lo fuera, estaría festejando tus continuos ataques de estupidez. La próxima vez que no me abras la puerta, ni contestes el teléfono, te apedreo la ventana, ¿oíste? La profesora de literatura me vive preguntando por ti, no sé si piensan que tú y yo somos siameses o algo.

—Siempre nos ven juntos, ¿será por eso? —preguntó en tono irónico, pasando el brazo por sus hombros—. Oye, ¿cómo siguen las cosas con “grititos locos”? Ya pasó como una semana desde que pelearon.

—Carolina —corrigió Dilan—. Sigue molesta, pero hablamos. Hoy vinimos juntos a clase.

Dilan notaba la molestia de Gael cada vez que dedicaba más de cinco segundos a hablar de Carolina. No era noticia que su mejor amigo era muy celoso; no necesitaba abrir la boca para dejarlo en evidencia, se le notaba en cada gesto, en cada mirada de soslayo que intentaba inútilmente de disimular. También era consciente de que él y Carolina se llevaban terrible. La peor parte era cuando Gael acababa en medio de sus ilógicas discusiones, las cuales casi siempre eran protagonizadas por ella.

A la hora de la salida, Gael buscó a su amigo entre la montonera de estudiantes que se aglomeraban en el portón, esperando para salir. Cuando la entrada se descongestionó, lo vio apoyado en la reja, junto a su novia. Titubeó antes de decidir acercarse a ellos, y cuando lo hizo, la mueca de molestia no tardó en aparecer en el rostro pálido y pecoso de Carolina.

—Te me perdiste, princesa.

—Perdón, me sacaron a empujones. No sé cuándo van a entender que no es posible que salgan quinientas personas por una entrada estrecha.

Gael se rió. Carolina cruzó los brazos y desvió la mirada, haciéndose la desinteresada.

—¿Qué vas a hacer esta tarde? Salió una nueva serie terror que tiene una…

—Va a verla conmigo —dijo Carolina de golpe—. Hoy me voy a quedar en su casa, así que ni hagas planes.

Dilan parecía tan confundido como Gael.

—Caro, no me dijiste que…

—Hoy le pregunté a tu madre, me dijo que no había problema.

Gael chasqueó la lengua, fastidiado por la actitud inmadura de la muchacha. Él sabía que Dilan detestaba estar en medio de las situaciones tensas que se generaban entre ellos. El problema era que no sabía callar lo que sentía, y no estaba acostumbrado a que le arrebataran de esa manera a su mejor amigo. No le gustaba que le quitaran tiempo con él. Sabía que Carolina solo lo hacía para fastidiarlo, y el no poder decirle nada le daba una impotencia tremenda.

—Bien, entonces nos vemos mañana, princesa. Luego te escribo.

Estiró la mano y Dilan la estrechó, luego ambos cerraron los puños y chocaron suavemente los nudillos.

Gael no caería en su juego, no entraría en una discusión con ella porque sabía que era eso lo que estaba buscando.

Cuando se marchó, Dilan la enfrentó, molesto.

—¿Por qué no me dijiste que irías a casa?

—Ay, no te pongas dramático. Te dije que le avisé a tu mamá.

—Pero estás saliendo conmigo, no con mi madre. ¿Y si tenía planes?

Carolina lo miró con una ceja levantada.

—¿No los cancelarías para estar conmigo? Si quieres largarte con tu amiguito me dices y listo. No necesitas tratarme así. Quería darte una sorpresa.

Dilan suspiró, apretando los labios. Sabía que comenzar una pelea con ella era una pérdida de tiempo. Tenía la capacidad para ponerse en plan de víctima y dejarlo a él como un monstruo maltratador.

—No importa, déjalo así —dijo colgándose la mochila al hombro—. ¿Vamos?

. . .

La televisión no le ofrecía nada interesante para mirar. Se había aburrido de revisar sus redes sociales una y otra vez. El enojo por lo sucedido en la tarde todavía le duraba.

En la cena, su madre aprovechó para comentarle que su padre estaba de viaje otra vez. Gael sabía que era un hombre de negocios, así había sido desde que era pequeño. En ocasiones pasaba hasta un mes completo sin verlo. Él y su madre lo tenían asumido, sabían que ellos vivían bien gracias a eso, pero para Gael, ni todo el dinero del mundo suplía la falta que le hacía su padre.

—¿Te dijo cuándo regresa?

—Parece que este viaje va a ser corto. Solo tiene que resolver algunas cosas del proyecto del que nos habló la otra vez. Si eso resulta posiblemente lo tengamos en casa por más tiempo. El problema es que no puede delegarle el trabajo a otros, porque ya sabes lo que pasa.

Gael suspiró.

—¿Lo extrañas, mamá?

La mujer apretó la mano de su hijo y suspiró.

—Como no te haces idea. Yo sé que no puedo decirle nada, tu padre nació para esto, las relaciones exteriores siempre fueron lo suyo, pero a veces quisiera que pensara más en su familia.

—¿Crees que no piensa en nosotros?

—Creo que… asume que estamos bien, porque nos da todo lo que puede; vivimos en una casa bonita, no nos hace falta nada.

—Nos hace falta él… —dijo el chico, con un dejo de tristeza en la voz.

—Sí. —Su madre se levantó de la mesa rápidamente y comenzó a recoger los platos—. No te acuestes tarde, hijo. Tienes clase mañana. Yo me encargo de esto y me voy a acostar, mañana tengo un día largo. La señora de Denis quiere que le re-decore toda la sala de estar. Tendrías que ver eso, parece una sala fúnebre —comentó con una sonrisa.

Gael se levantó con pereza de la mesa. Besó la mejilla de su madre para luego marcharse a su habitación. Sacó el teléfono del bolsillo de sus pantalones, y notó que tenía algunos mensajes de whatssapp.

“La serie no está tan buena, no nos estamos perdiendo de nada”

“Mañana te paso a buscar, si no estás levantado te arrastro en pijama hasta la puerta del colegio”

“Lamento la actitud de Caro, ¿estás enojado conmigo?”

Releyó un par de veces cada mensaje, con una sonrisa. Le encantaba que Dilan pensara en él aunque estuviera con su novia. Se sentía egoísta, pero satisfecho.

“Tú no tienes la culpa de que tu novia me tenga miedo. Seguro piensa que te voy a robar, debe ser feo ser tan inseguro. Mañana te reservo para mí”

“Te espero mañana, despierto y pronto. Suerte con grititos locos”

Y envió aquellos mensajes con una sonrisa casi maquiavélica. En el fondo deseaba que Carolina, en uno de sus ataques, agarrara su teléfono y leyera su mensaje, aunque sabía que eso significaría un problema para Dilan.  Pero su personalidad era así; no daría el brazo a torcer, Carolina le había declarado la guerra desde hace mucho tiempo, y él estaba dispuesto a usar la artillería pesada.

. . .

LazosWhere stories live. Discover now