Capítulo 18: reencuentro

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Tener a Gael sentado en el living de su casa le parecía tan irreal que esperaba despertarse y descubrir que aquello no era más que otro de sus tantos sueños. Ni siquiera se había atrevido a abrir la boca, aunque su cabeza era una madeja de reproches e insultos, no fue capaz de decirle absolutamente nada.

—Llegué de España hace un par de días —comenzó con la voz grave, y Dilan se sobresaltó—. Me estoy quedando en el hotel que está cerca de la autopista. Fui a tu casa y me encontré a tu madre, estuvimos charlando un buen rato y... me dio tu dirección. El apartamento es precioso, felicidades.

Dilan tragó saliva, asintiendo lentamente mientras procesaba en cámara lenta todo lo que Gael le estaba diciendo. Acababa de entender el motivo de tantas llamadas perdidas. Se apoyó en la mesada que dividía el comedor de la cocina y cruzó los brazos, tratando de ocultar su evidente nerviosismo.

Gael había cambiado; estaba más alto que él, y sus facciones se habían endurecido. La sombra de barba delineaba una quijada fuerte y varonil, sus ojos pardos seguían tan brillantes y expresivos como siempre y su boca, aquella boca con la que tantas veces soñó, se le antojaba tan apetitosa como cuando tenían dieciséis años. A pesar de que llevaba puesto un abrigo grueso, pudo notar que su complexión física también era diferente.

—Estás... distinto... —se atrevió a decir Dilan, aclarándose la garganta cuando notó que la voz le salió demasiado aguda—. Ahora resulta que eres más alto que yo.

Gael sonrió, quitándose la gorra de lana. Las puntas de los mechones castaños le acariciaron los hombros, y cayeron revueltos hacia su nuca. A Dilan siempre le había gustado que se dejara el pelo largo y aquel detalle le pareció una provocación directa, en la que, desde luego, no quería caer.

—Sí, me estiré un poco. Estuve yendo al gimnasio durante un buen tiempo. Tú también estás diferente, estás hecho todo un hombre —comentó, acercándose a él.

Dilan quiso retroceder, pero chocó de espaldas contra la mesada. Tragó saliva, desviando la mirada. No quería volver a caer en lo mismo, se negaba a desenterrar sus sentimientos, a dejarse llevar otra vez.

—¿Para qué viniste? —Preguntó de repente.

Gael se mordió el labio, sentándose en el sofá.

—Creo que ya sabes la respuesta. Tú y yo nos debemos una charla larga y tendida, Dilan. Yo te dije que regresaría...

Dilan levantó la vista de golpe. Estaba tan confundido que ni siquiera sabía cómo reaccionar.

—Seis años, Gael. Han pasado seis años ya. No sé si tú te has dado cuenta, pero yo estuve contando el tiempo, ¿sabes?

—Ya lo sé. Han sucedido muchas cosas...

—¿Ah, sí? —En ese momento, su confusión se transformó en rabia—. Déjame adivinar... ¿te casaste? Quizás viniste a decirme que formaste una familia allá o algo así. Créeme que es lo mínimo que espero escuchar después de que te esfumaste.

—¿Qué? No... Dilan, entiendo que puedas estar enojado conmigo, pero si me permitieras contarte...

—¿Enojado?, ¡¿enojado?! —apretó los dientes—. ¡Estuve todo este tiempo esperándote, maldita sea! No tienes ni idea... todo lo que sufrí, lo que lloré... No sabes lo que me costó asimilar todo lo que pasó. ¡Pudiste haberme dicho que ya no querías nada conmigo en vez de desaparecer de mi vida de un día para otro!

—¡Estás equivocado!

—¿En serio? Yo creo que estuve más equivocado cuando pensé que nuestra relación iba a funcionar a pesar de la distancia. Tú ni siquiera valoraste la amistad, ¡no valoraste una mierda! Te olvidaste de todas las promesas que hiciste.

Gael apoyó una mano en la cintura, suspirando.

—¿Para qué crees que vine? Si me hubiese olvidado de todo ni siquiera estaría aquí. Piénsalo un poco. Jamás te olvidé. Mi vida no fue fácil desde que me fui. No dejé de hablarte porque quise. Tu sabes bien que yo nunca quise irme y jamás desaparecía sin decirte nada.

Dilan tomó aire. Apretando los labios. Gael se acercó a nueva cuenta e intentó abrazarlo, pero el rubio se apartó.

—Tengo novia —soltó Dilan de repente.

Gael lo miró, con la sorpresa dibujada por todo su rostro.

—Bueno, parece tú sí estuviste aprovechando el tiempo —dijo y su voz mostró un atisbo de reproche—. Solo espero que esta vez no hayas escogido a una loca psicópata.

Cuando lo vio caminar hacia la puerta, la desesperación invadió sus sentidos. Ni siquiera sabía por qué había soltado aquella estupidez; la rabia del momento se apoderó de su lengua y acabó metiendo la pata hasta el fondo.

—¡No tienes derecho a enojarte! —se agarró la cabeza, haciendo un berrinche silencioso cuando notó que Gael no se detenía—. ¡No voy a estar corriendo detrás de ti!

El castaño se giró, enfrentando los ámbares de Dilan. Aquella mirada afilada le puso la piel de gallina.

—Mira, Dilan... Llevo un buen tiempo planeando este viaje y la verdad no sabía con qué iba a encontrarme. Temí que me odiaras, que me echaras a patadas de tu casa, pero al verte supe que todavía tenía una chance, porque... sigues siendo tan expresivo como siempre. Así que... si tú realmente me quisiste de verdad, y si todavía aprecias lo que pasó entre nosotros, quisiera que nos diéramos un momento para hablar —dio un paso y otro, hasta quedar frente a frente con el rubio—. Yo sé que todo lo que pasó fue una mierda, sé que pasó mucho tiempo, pero, ¿sabes qué?, yo nunca te olvidé, no dejé de pensar en ti ni un solo momento.

—Desapareciste, Gael... sin decirme absolutamente nada. ¿Sabes lo difícil que fue para mí?

—Lo siento, lo siento... —Se quitó la bufanda de lana y buscó entre su ropa la cadenita con su inicial, enseñándosela—. Cumplí con esta promesa, y voy a cumplir con todas las que te hice si me dejas, porque para mí todavía no se acabó, ¿lo entiendes?

Dilan se cubrió la boca con una mano, tomando una generosa bocanada de aire. El corazón comenzó a latirle con fuerza, haciendo que su cuerpo vibrara. Se sentía listo para correr una maratón.

—Pues déjame decirte que rompiste una. Y ahora crees que porque... porque... viajaste desde allá y me viniste a buscar, las cosas van a ser como antes... y no es así —tragó saliva—. Porque fueron seis años en los que...

Cuando sintió los brazos de Gael rodeando su cintura, sintió que todo dentro de él comenzaba a derrumbarse. Apoyó las manos en su pecho, apretándole la ropa cuando la boca del castaño atrapó la suya, robándole un beso.

—El lunes te voy a buscar a la cafetería cuando salgas de trabajar—murmuró sobre sus labios—. Dame la oportunidad de explicarte lo que sucedió y recuperar el tiempo perdido, por favor...

Dilan cerró los ojos, disfrutando del calor de aquel abrazo tan añorado. Gael se alejó de él al cabo de unos momentos, luego de regalarle un cariñoso beso en la frente. Dilan no se movió de su sitio hasta que escuchó la puerta cerrarse y cuando se halló solo, comenzó a llorar, pero esta vez, no era la tristeza lo que empujaba aquellas lágrimas. 

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