Capítulo 23: paciencia

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Ensayó su discurso durante todo el trayecto y cuando finalmente estuvo frente a la puerta del apartamento de Dilan, sintió que lo había olvidado todo. Golpeó la puerta y aguardó a que el rubio abriera. Los nervios retumbaban en su pecho en forma de latidos nerviosos, temía que Dilan lo mandara al diablo.

Cuando el rubio abrió la puerta, le costó trabajo cambiar la expresión preocupada por una sonrisa.

—¿Desde cuándo te volviste tan puntual? —preguntó Dilan, invitándolo a pasar.

Gael dejó la caja de pizza sobre la mesa y se quitó el abrigo, dejándolo sobre el sofá.

—Hábitos de mi padre que tuve que tomar. Creo que es algo bastante positivo, es parte de "madurar".

Dilan asintió sonriendo.

—Bueno, señor maduro. Quería hablar sobre algo contigo... —Gael notó de inmediato la vergüenza presente en sus mejillas—. Mira, entiendo que quizás esté corriendo una maratón. Se supone que iríamos despacio y... bueno... pasaron varias cosas entre nosotros...

El castaño cruzó los brazos sobre el pecho.

—La otra noche los dos corrimos una maratón —comentó, aclarándose la garganta, para luego sonreír—. Pero no entiendo por qué tendríamos que reprimirnos si los dos sabemos lo que sentimos y las cosas entre nosotros quedaron claras.

—Lo sé, por eso mismo quiero decirte esto. Si tú estás dispuesto a olvidar el pasado, yo también. Quiero empezar de nuevo y olvidar toda la mierda que venimos arrastrando. Carolina ya no existe, y no hay nadie más en el medio.

Gael asintió, tragando saliva.

—Todavía hay algo que necesito resolver antes de cualquier cosa. De eso venía a hablarte.

Dilan pestañeó, con la sorpresa plasmada en si rostro. Estaba cansado de los "peros", y parecía que su vida estaba repleta de ellos.

—¿Qué?

—Te había dicho que trabajo en la empresa de mi padre. Yo nunca renuncié, mi padre me autorizó a viajar para resolver esto porque sabía que era importante para mí. Pero ahora... tengo que regresar y rendir cuentas, decirle qué es lo que planeo hacer para que él consiga a alguien que ocupe mi lugar.

Dilan se apoyó en la mesada de la cocina con la mirada baja. Se le había formado un desagradable nudo en la garganta cuando entendió que Gael se iría de nuevo.

—O sea que te irás...

—Me iré, dejaré mi renuncia firmada y regresaré para buscarme la vida aquí, contigo.

Dilan se rió, nervioso, incrédulo.

—¿Por qué dejarías un buen cargo en la empresa de tu familia para venirte a un sitio donde no tienes nada? Es absurdo...

—Te tengo a ti, y es todo lo que quiero. ¿De qué me sirve tener todo eso si no soy feliz? Mira..., trabajar con tu familia tiene sus beneficios pero no todo es tan bueno como parece. Tienes doble responsabilidad, doble compromiso. Si no estuviéramos hablando de mi padre, no tendría que viajar hasta España para dejarle mi renuncia, pero ya sabes, los códigos de la familia. Él confió en mí, y yo estoy en deuda con él, ¿lo entiendes...? No quiero que te enloquezcas y pienses que no voy a regresar.

El rubio negó, levantando ambas cejas.

—Yo no pensé en nada... —contestó con la voz apagada—. ¿Cuándo te vas?

—La semana que viene. No planeo demorarme mucho de todas formas —se le acercó, tomándolo con gentileza de ambos brazos—. Confía en mí una vez más y te prometo que esta será la última. Tú sabes que si dependiera de mí las cosas serían distintas, pero mi padre tiene razón, no puedo vivir para siempre en un hotel.

—Puedes vivir conmigo... —soltó Dilan y apretó los labios.

Gael le dedicó una sonrisa para luego regalarle un beso dulce en los labios. El rubio se aferró a su cuello, dejando escapar algunas lágrimas caprichosas. Justo cuando creyó que había vencido al miedo, Gael volvía a darle motivos para temer. Sin embargo, prefería aferrarse una vez más a la promesa de Gael y armarse de valor para que la espera no fuera tan tortuosa.

—Cuando regreses tendrás que pagarme con creces por hacerme esperar tanto, ¿me oíste? —dijo Dilan, escondiendo el rostro en el cuello de Gael.

—Todavía tengo algunas promesas que cumplir, princesa. Un marinero...

—Nunca rompe sus promesas —terminó Dilan—. Lo sé, pero no quiero que te vayas de nuevo, ya te extrañé demasiado, no quiero revivir ese sentimiento horrible de nuevo...

—Volveré tan pronto como pueda. Es más, si quieres te dejo la mitad de mi equipaje.

Dilan se rió asintiendo con energía.

Esa noche, volvieron a sellar sus promesas. Esta vez Dilan fue quien tomó el control, besando y mordiendo cada palmo de piel, reclamando como suyo cada rincón de Gael. Hicieron el amor hasta el cansancio, vaciando sus ganas, transformando los miedos en besos y las dudas en caricias. Se entregaron por completo el uno al otro, disfrutando de aquel encuentro que, por un rato, los hizo olvidar todo. Porque cuando estaban juntos no existía nadie más en el mundo.

—Antes de que te contara lo de mi padre, estabas diciéndome algo... —comentó Gael, abrazando al rubio.

—Te lo diré cuando regreses del viaje —respondió Dilan, acurrucándose en el hueco entre el cuello y el hombro, para aspirar con ganas el aroma de su piel.

—No puedes hacerme eso, me va a carcomer la duda...

Dilan se encogió de hombros, indicando que no le importaba.

La realidad era, que lo que iba a decirle fue algo que quedó pendiente en su adolescencia. Ellos nunca lo hicieron de la manera tradicional, no existieron formalidades ni propuestas, solo dieron rienda suelta a sus sentimientos, y dieron por sentado que estaban juntos. Así como en su niñez, que no hicieron falta presentaciones. Sin embargo, esta vez quería hacerlo, necesitaba decirle a Gael todo lo que no pudo en esos tortuosos seis años que estuvieron alejados.

—Dilan...

Gael estiró la mano para acariciarle la mejilla con las yemas de los dedos. Contorneó su mandíbula, sus labios y su nariz. Su tacto era suave, dulce y gentil; Dilan se sintió como una muñeca de porcelana siendo admirada por su dueño.

—¿Qué pasa? —respondió en voz baja, abriendo apenas la boca.

Gael acunó su rostro con una mano y lo besó, con calma, con la misma dulzura que usó para sus caricias.

—Te amo —le dijo con una sonrisa —. Llevaba mucho tiempo queriendo decírtelo.

Dilan tomó aire cuando sintió el corazón retumbándole en el pecho.

—Le tuve tanto miedo a esas palabras cuando te fuiste... —respondió con la voz quebrada—. Creí que no volvería a escucharlas nunca...

Gael le sonrió con ternura.

—Vas a escucharlas seguido a partir de ahora.

—Yo también te amo... —respondió finalmente y sintió que aquellas palabras acariciaron su garganta. 

LazosWhere stories live. Discover now