Capítulo 19- Tres meses

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Al despertar se encontró con la sorpresa de que él estaba ahí. Roncando, quizás demasiado, pero estaba ahí.

Uno de sus brazos rodeaba la cintura de la Uchiha, por lo que tuvo que deshacerse de aquel suave agarre.

—Hmm...— exclamó, apenas recién despertada.

Al recordar lo sucedido el día anterior, sus mejillas volvieron a tintarse carmesí. ¡Demasiado vergonzoso! Pero demasiado bonito.
Jamás olvidaría cómo aquellos labios se movían al compás de su respiración. Todo para intentar pronunciar un: "Todo está perfecto" refiriéndose a sus pechos.
Sarada Uchiha era una tabla, pero Boruto parecía gustarle.

Diablos. ¿Cómo se le ocurría mantener aquella celeste mirada en sus pechos? No fue solo un minuto, ¡fue más! Mucho más.

Al levantarse, se miró en aquel espejo. Muchos mechones de su cabellos estaban enredados entre sí, otros caían con desorden hacia adelante.
Una desventaja de tener el cabello corto era ese, pero no tardaría en volver a ponerlos bien. 
Si Boruto quería todo su cuerpo, ¿por qué a ella le costaba tanto aceptarse?

Confiaba en los otros, pero no en ella misma. No cuando las cosas no trataban de habilidades o poder.
Una chica con una mente llena de caos.

"No me veo tan mal..." pensó, paseando sus propios dedos por su cuerpo.  El kimono seguía abierto, mostrando parte de su pálida piel. Sus senos eran casi redondos. A pesar de no ser tanto como quería, provocaban que una pequeña curva—muy minúscula— se viera en su cuerpo, junto a sus magníficas caderas heredadas de su madre.
El vello púbico de su intimidad era cero, pero que nada os engañe: siempre intentaba mantenerse depilada. Era una de esas misiones que más aborrecia, igual que Chocho o Sumire.

Siempre que quedaban para una charla de amigas, el enemigo al que más ponían verde era al vello indeseado. Maquinillas, ceras, crema... Cualquier herramienta era tu aliada, excepto un kunai. Un día Chocho lo probó con aquel artefacto; nada salió bien. Solo se aseguraron unas risas que al principio fueron lágrimas y preocupaciones.

Al percatarse de la sonrisa que tenía su rostro, mantuvo su mirada en el espejo. Observó el color de sus iris. Eran negros, pero en algunas ocasiones se volvían un poco grisáceos.
El brillo mostró que aquella chica se sentía bien; feliz.

Quizás era porque cada vez estaba más cerca de su madre, aunque la realidad no era esa: Boruto le había hecho feliz mimando su cuerpo.
¿Estaba bien sentirse de aquel modo ante haber hecho cosas obscenas?

Aunque en realidad quería más. Jamás olvidaría cómo su rodilla rozaba constantemente su clítoris, presionando en aquella zona para que cada vez ella lo sintiera tan apasionado.
¡Diablos!
Debía de deshacerse de aquel pensamiento. No era el momento, ¡apenas se acababa de levantar!

—¿Sa..Sarada?— Boruto habló, percatándose de que había dormido con ella. Reaccionó de inmediato, mirando a la Uchiha—. ¡¿Sara-

—¡Cállate Dobe!— gritó, interrumpiéndolo.

Al girarse vio cómo aquella chica mantenía su compostura, moviendo sus caderas en un vaivén deseabe para caminar hacia él. Su kimono seguía abierto, sin un obi que sujetara y ocultara sus partes tan sabrosas. Veía cada detalle de su cuerpo con un rubor, intentando mantener la compostura.

—¿Hug? ¿Qué pasa? Te volviste ro-

—¡Es tu culpa!— Boruto miró hacia otro lado. En efecto, notó aquel cotidiano dolor en las mejillas—. ¿Es que quieres seducirme?

—¿Que- abrió sus ojos ante la sorpresa. Se había percatado de ello sin darle importancia, aunque debió de haberlo hecho. La vergüenza que pasó volvió a ser significante, ya que automáticamente hizo una estupidez y se tiró al suelo, cubriéndose con la cama misma. ¿Por qué simplemente no ataba el kimono?—. ¡No mires, pervertido!

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