Capítulo 11- Tic-tac

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Tic-tac.

Tic-tac.

Tic-tac.

Sabía que si quería ayudar a su compañera debía hacerlo rápido.
Escuchó los chasquidos que la Uchiha hacía, sin percatarse del peligro que estaba corriendo. ¡Si tan solo abriera los ojos!

Si tan solo abriera los ojos.

Mejor era que no los abriera. Sarada amaba tanto a sus compañeros que, sin pensárselo, saltaría en medio de aquel escándalo.

—Uno contra dos, y a pesar de eso tengo ventaja— habló el pelirrojo.

Dio un paso más hacia el albino, el chico que no parecía moverse. Clavó sus pies en aquel sitio; delante del sofá donde ella descansaba.

—Te dije que no nos subestimaras, ¿no?— sonrió Mitsuki.

Tic-tac.

Tic-tac.

Él estaba confiando; en sus habilidades, en su compañero, en lo capaz que sería Sarada.

Cerró los ojos para sentir todo el ambiente.
Aquel muchacho seguía teniendo como punto débil sus brazos. Agradeció al Uchiha por eso, pero debía concentrarse.

El sonido, el suelo, el aire... Todo estaba a su favor. Solo faltaba que a aquella alianza se uniera el tiempo.
Boruto estaba de camino. Podía sentir sus rápidos pasos a pocos kilómetros.

<<Encuéntranos, Boruto>> pensó abriendo sus ojos.

Le mostró a aquel pelirrojo su verdadero color: aquellos iris tan brillantes y decididos a asesinar. A erradicar. A darlo al cien por cien.

***

Siguió corriendo con su jôgan activado. Vio el flujo de chakra de quien le interesaba; Sarada.
Era extraño.
Siempre había visto su flujo, pero no después de haberle retirado el sello.
No era azul como debía ser, ¡era rosa! Sobrenatural.

No se dejó sorprender y siguió corriendo. Sus piernas no pedían un descanso, ¡quería llegar en cuanto antes!

—¡Sarada!— gritó en busca de su amiga.

Sus pies no dejaron de sorbesforzarse. ¡No podía encontrarla! Lo único que podía hacer era seguir y suplicar para que la suerte fuese su aliada.

—¡Saradaa!

Estaba solo. Se sentía solo.
Su compañera estaba herida a unos pocos metros de él. Podía oler el miedo que ella tenía.

Finalmente la encontró. La Uchiha estaba tirada en el suelo. Estaba herida, pero nada grave. Todo cortes.

Se acercó a ella. Comenzó a sudar a estar a milímetros de su cuerpo, el cual estaba completamente K.O.

—¿Sarada?— susurró.

No reaccionó.

Eh, Sarada. Dime quién te ha hecho esto— musitó con sus ojos azulados perdidos.

¿Qué le diría a su Sensei cuando la encuentre de aquella manera?
Pero.

Pero.

Estaba llorando. Él. El Uzumaki. Boruto Uzumaki tuvo que tapar sus ojos con las mangas de su chaqueta para limpiar las lágrimas. Aquellas en las que reflejaron el cuerpo K.O de Sarada.
Aspiró los mocos y paró.

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