Capítulo 16: Dii Involuti

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Los misteriosos encapuchados me inmovilizaron, aferrando mis extremidades mientras uno de ellos oprimía mi boca con su glacial mano descolorida.

—Quédate calladita, niña —murmuró.

Me obligué a calmar mi pánico. No les temía a los muertos, mucho menos a los vivos. Mantuve la calma con una actitud desdeñosa y burlona, demostrándoles que no estaba despavorida. El encapuchado me agarró del cabello, obligándome a mirar a través del cristal delantero de la furgoneta. Chillé.

Reconocí las desoladas vías que circundaban el Hotel Nightmare, envueltas en niebla y un vago humo de ciudad. En el asfalto se reflejaba la luz del sol, rebotando hasta mis ojos. Con asombro, noté que nos dirigíamos directamente hacia un muro de concreto, con el que nos estábamos a punto de estrellar.

El muro tenía pintado un hermoso mural de un paisaje nocturno, donde la luna llena irradiaba un resplandor violeta y una carretera serpenteante se perdía en un bosque encantado, similar a los de los cuentos de hadas. El dibujo en la pared poseía colores tan vivos que parecían de otro mundo.

Cuando fui consciente de que el vehículo no se detendría, cerré los ojos y lancé un grito, aguardando el impacto contra el muro.

Pasó un segundo, luego dos, luego tres…

No sentí ni escuché ningún golpe. Había creído que volaría hasta estrellarme en el parabrisas. Sin embargo, nada ocurrió, excepto por las risas burlonas de mis captores.

Tan pronto como abrí los ojos, me tomó varios segundos acostumbrarme a la nueva oscuridad que inundaba mi visión. Al mirar por las ventanillas, noté que era de noche, como si numerosas horas hubiesen transcurrido en un instante. Mi boca se abrió por la conmoción. La carretera ahora era de arena rodeada de un paisaje floral salido de un libro para niños y la luna irradiaba resplandores violetas, en lugar de los usuales plateados. Era una luna llena, más grande de lo normal y púrpura.

Me asomé a cada una de las ventanas, asegurándome de no estar siendo engañada por ilusiones o trucos.

Agitada y asustada, jadeé.

—Oh, Dios —musité, empañando el cristal con mi aliento.

—Parece ser que sabes actuar. Lo haces muy bien, Charlotte, pero no engañarás al jefe —dijo uno de los hombres.

El tipo me aplastó contra la ventana y, cuando me tocó, observé su mano salir de la gran manga negra. Una mano con piel pálida, ligeramente azulada, y alargadas garras en sus dedos. El individuo rozó mi mejilla con su uña filosa, haciéndome estremecer.

Esto es un mal sueño. Otra pesadilla, otra más. Quise convencerme.

El sujeto me olfateó. Inhaló desde mi cuello hasta mi cabello, no precisamente de forma inocente. Apretujada contra una de las puertas, era incapaz de moverme.

Se alejó.

—No puedo verte. Sin embargo, puedo olerte, y no hueles como ella. Tu sangre tiene el mismo aroma, pero tú… —Se movió hacia sus compañeros. Uno de ellos conducía, el otro solo estaba sentado—. ¿Están seguros de que es ella? ¿Tenemos la correcta? Esta parece ser una niña, huele como si apenas acabara de perder su pureza.

Interrumpí.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué demonios quieren hacerme? ¿Qué han hecho con Carlo?

Escuché una risita tras la capucha.

—Tu amigo está por allá —señaló uno de los hombres. Seguí la dirección de su dedo y sentí un vacío en el estómago al ver un cuerpo cubierto por una manta negra. Sabía que era Carlo. Muerto—. Somos tu peor pesadilla. Y queremos hacerte… muchas cosas, comenzando por una venganza dolorosa y nefasta.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now