Capítulo 2: Poseída

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Me quejé con un chillido cuando los dedos de Rose cortaron mi circulación mientras apretaban los huesos de mi muñeca. Sentía que mi mano se desprendería de mi antebrazo. Me doblé de dolor.

La chica, sentada en el suelo, rodeó sus rodillas con su brazo libre. Sus ojos vacíos se posaron en mí.

—Es mía, es mi casa. Fuera de aquí —aunque las palabras salieron de sus labios, no era su voz. Sonó como un ronco susurro desgarrado.

Gimoteé, adolorida. En el momento en que Colin se aproximó a Rose, ella dejó escapar un sonido de su garganta, como un gruñido animal, algo realmente aterrador.

—¡Está poseída! —exclamó Darren.

Colin puso una mano sobre mi hombro antes de tirar de mí hacia su pecho, pero Rose no me soltó. Cada vez me sujetaba más fuerte. Cuando Susan y Miranda despidieron alaridos de terror, Jackson se situó delante de ellas por puro instinto protector. Lloriqueé como una bebita. A pesar de que tenía armas dentro de mis bolsillos, no las utilizaría con Rose.

—¿Alguna vez dije que era peligroso utilizar el famoso libro? —oí la voz irritada y sardónica de Damien, que emergió de la oscuridad para posicionarse delante de mí—. Demonios, esto apesta.

Él atrapó la muñeca de Rose, apretándola hasta que ella tuvo que soltarme. Me caí sobre mi espalda y froté mi piel enrojecida.

—Toma el libro, Ania —me ordenó Damien—. Debes leer el mantra al revés, ¿entiendes? Lo leerás al contrario de como lo hiciste antes.

Rose se acurrucó en posición fetal, meneándose hacia adelante y hacia atrás, como en trance.

—¡Intrusos! —profirió de manera diabólica, a gritos—. Salid de aquí.

Me trasladé gateando hasta el libro. Apenas podía concentrarme lo suficiente para leer, ¡y debía leer al revés! Froté mi cabello con mis dedos, aturdida.

Tan pronto como comencé a susurrar las palabras, Rose enloqueció. Gruñendo como bestia, se afirmó sobre sus cuatro extremidades y avanzó lentamente hacia mí con el cabello cubriéndole el rostro. Arrastró una de sus manos por encima de su cara, entintándola con su propia sangre. Mientras más se acortaba la distancia entre nosotras, más trataba de permanecer balbuceando la invocación. Aún sentada sobre la alfombra, retrocedí, impulsándome con mis pies para alejarme.

—Sigue, Ania. Tienes que seguir, en voz alta —continuó indicándome Damien.

Pese a que estaba tratando, había algo que obstruía mi garganta, dificultándome el proceso. Jadeaba constantemente, con la respiración alterada. Empecé a sudar frío. Mi corazón se había acelerado hasta alcanzar un ritmo desenfrenado. No podía ignorar que algo demoníaco estaba poseyendo a mi amiga.

Escuché que ella mascullaba palabras en algún idioma desconocido, parecido al griego, pero alternado con el inglés. Sus uñas dejaban marcas en el suelo. Cuando se puso en pie, Colin bloqueó el camino entre nosotras.

—¡Sois intrusos! ¡Marchaos! —los bramidos de Rose eran como lamentos, aullidos inhumanos, que cortaban el aire igual que un chirrido metálico—. ¡Marchaos! ¡Marchaos! Voy a matarles.

Me concentré en las letras del libro, que parecían tornarse más borrosas a cada vistazo. Continué murmurando tan alto como podía. Rose desvió su atención hacia una pared y comenzó a golpear su cabeza contra esta una y otra vez, con una fuerza descomunal.

Damien quiso detenerla sujetándola desde atrás. Sin embargo, fue en vano. La entidad que la poseía le confería una fuerza desmedida. Colin también intervino. La joven profería alaridos fragosos de furia y gruñidos irascibles.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now