Capítulo 14: Evangeline

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Estaba estupefacta, sumida en una confusión densa, plagada de interrogantes sobre este individuo misterioso que... ¿había permanecido todo este tiempo con nosotros, oculto entre las sombras?

Parpadeé varias veces.

—No creo en el amor. Al menos no en ese de las novelas —dije con severidad—. Muy difícilmente puedo creer que el corazón tiene sus propios ojos y mira por ti cuando necesitas ayuda.

Era complicado desconfiar de ese hombre con apariencia de niño, pero me molestaba que utilizara frases poéticas para explicar conceptos tan simples como su supervivencia diaria.

—Por supuesto que crees en el amor, simplemente no lo sabes —habló con solemnidad, como si cada palabra que dijera la estuviera citando de grandes pensadores—. De lo contrario, no estarías tan enamorada de ese joven, Damien.

Mi rostro se ruborizó. ¿Carlo era un fisgón?

—No estoy enamorada de él —bufé, cruzando los brazos en mi pecho.

Me dirigió una sonrisa que parecía estar siendo rozada por un sentimiento de pena o dolor.

—Puedes negármelo, o negártelo. Pero un ciego a veces puede ver más cosas de las que las personas como tú pueden ver.

Sacudí la cabeza. Él no sabía cómo me sentía, no podía ver con su alma, no comprendía que no podía enamorarme de nadie porque por dentro estaba vacía. No tenía derecho a hablarme sobre mis emociones como si las conociera mejor que yo misma.

Aun así, no fui capaz de contradecirlo. Parecía tan vulnerable y frágil..., como si la vida lo hubiera golpeado demasiado, como si poseyera una sabiduría acumulada durante cien años. Y, al mismo tiempo, lucía tan joven que parecía pedir a gritos ser cuidado por alguien.

Permanecí en silencio, negando con la cabeza en vano, pues Carlo no podía verme. Se movió, alzando la barbilla en distintas direcciones, como si me estuviera buscando. ¿Creía que me había marchado?

—¿Qué era todo ese ruido? —lo interrogué.

—La mayoría fantasmas. Muy poco del ruido lo he causado yo, lo juro. He tratado de que no me descubran, he sido silencioso.

—¿Por qué no quieres ser descubierto? ¿Cómo has vivido aquí tanto tiempo sin ser...? —no encontraba una buena forma para decirlo.

Él completó mi frase tan pronto como entendió lo que quería expresar.

—¿…asesinado? Es fácil, los fantasmas se acostumbran a ti. Simplemente no les gustan los nuevos visitantes. Y si te quedas el tiempo suficiente… ellos se aseguran de que no te vayas nunca.

Como si estuviera adolorido, se reclinó contra una pared cercana, manchándola con la sangre de su espalda. Con lentitud, se dejó caer sentado sobre el suelo polvoriento.

Tragué saliva antes de arrodillarme para presionar la manga de mi chaqueta contra su herida, tratando de detener el sangrado.

—Yo… lo siento. ¿Está usted bien?

—Sí, pequeña Ania, estaré bien. ¿Qué es una diminuta herida para un tipo como yo?

—De verdad no tenía la intención de lastimarlo.

Apenada, intenté limpiarlo, consciente de que quizás luego no sería capaz de hacerlo por sí mismo. Se escucharon pasos viniendo desde la proximidad, seguidos por la voz de Damien llamando mi nombre desde las escaleras.

—Ania, tienes que irte antes de que tu chico me descubra.

—Pero… —comencé a refutar.

—Vete, voy a estar bien. De verdad, tienes que irte.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now