Capítulo 13: La Habitación 63

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—Ninguno de ustedes me preocupa, salvo ella. —El muchacho con cabello dorado señaló hacia Miranda, que yacía inconsciente sobre su espalda en el asfalto frío. Colin se dirigía hacia ella—. Tomará una pequeña siesta, espero.

Al verla, me sentí aturdida. No fui capaz siquiera de implorar al cielo que estuviera viva, porque no podía concebir la posibilidad de que estuviese muerta. Si yo seguía con vida, Miranda debía estarlo. Era mi única amiga ahora, tenía que quedarse conmigo. No podía perderla también.

Damien y yo nos aproximamos hacia su cuerpo. Colin se arrodilló a su lado, palpó con delicadeza las marcas en su cuello y peinó su largo cabello claro hacia atrás. Parecía tan tierno al tocarla que no podía creer que fuese mi hermano. La alzó en sus brazos.

—¿Qué se supone que debo hacer con ella? —cuestionó a Jerry—. Haré cualquier cosa para que esté bien.

El joven sacudió la cabeza.

—Confío en que estará bien —fue todo lo que dijo, como si apenas importara—. Por ahora debo irme. Mi clan de sanguinarios vampiros sensuales me necesita mucho. Y, por cierto, Damien, gracias.

—¿Seguirás con eso? Ya me has pagado el favor con esto. Espero que te calles por el resto de tu vida, hombre —le contestó Damien.

Jerry me miró, alzando su atractiva ceja del piercing. Noté que sus ojos eran muy negros tras los cristales de sus anteojos. Su postura era relajada y desenfadada.

—Él espera que deje de estar agradecido. ¿Tienes idea de lo que ha hecho este chico por mí? —comentó, refiriéndose a Damien—. Cuando estuve a punto de morir, me ayudó. Posiblemente no sepas que Damien es mi inspiración. No se lo dice a mucha gente, pero solía trabajar con personas muy malas. Secuestradores. Solamente para ayudar a las víctimas a escapar. Ahora yo hago lo mismo, pero con un poco más de peligro. Trabajo para vampiros y ayudo a gente como ustedes a sobrevivir. Por cierto, yo llamé a la policía. Tranquilo, Damien, sabía que no serían un problema para ti. Ellos les borraron la memoria, solo que se olvidaron de hacerlo con ustedes también. No dirán nada, ¿cierto?

Había dicho tantas palabras por segundo que apenas recordaba el final de su discurso, así que respondí a la última pregunta.

—¿Decir algo? ¿Como qué? ¿A quién? —bufé en tono de burla—. “Oh, por cierto, fui atacada por vampiros la otra noche, ¿no es genial?”. Cualquiera lo creería, por supuesto.

El muchacho se carcajeó a todo volumen.

—Me agradas, niña. De hecho, siento deseos de darte un beso ahora mismo, pero presiento que seré golpeado por eso. Así que prefiero no arriesgar mi hermoso rostro con otro moretón en el ojo. La última vez que hice algo así, el puñetazo realmente me dolió.

Inevitablemente, me sonrojé.

—¿Piensan hacer algo por Miranda o van a seguir charlando? —protestó Cole, quien aún sostenía a mi amiga entre sus brazos, contra su pecho.

El extravagante joven de los anteojos se despidió con un gesto rápido antes de alejarse bajo las luces y desaparecer en la distancia.

Miranda comenzó a moverse, abriendo los ojos. De un momento a otro, Colin la dejó caer en el asfalto, con ademán asustado. Ella lloriqueó mientras se tocaba la cabeza y se retorcía en el suelo.

Damien y yo la alzamos mientras mi hermano se alejaba como un cobarde, incapaz de admitir que había estado preocupado.

—¿Qué pasó? —masculló mi amiga.

***

Decidimos que las calles eran tan peligrosas como el Hotel Nightmare. Por lo tanto, regresamos. Una vez más, nos encontrábamos frente a la puerta de la tenebrosa estancia. De alguna u otra forma, debíamos volver. Nuestras pertenencias seguían ahí, al igual que las llaves de la minivan. Sin mencionar que habíamos perdido dentro a una rubia engreída hacía semanas. De alguna manera, estábamos atados.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now