Capítulo 8: La culpa y la muerte

Start from the beginning
                                    

Nos separamos, jadeantes, contemplándonos ansiosamente. Él retrocedió varios pasos lejos de mí antes de comenzar a caminar en círculos, sin hablar. Finalmente decidió sentarse cerca del borde de la azotea, en silencio. Con precaución, lo seguí. Me senté a su lado, observando la ciudad desde las alturas. Las luces, la vida real, donde nadie se preocupaba por fantasmas o vehementes besos en rascacielos.

Me aclaré la garganta.

—¿Ese era tu malévolo plan de secuestro?

Después de un largo minuto, respondió.

—Inicialmente lo único que quería era ponerte a salvo, necesitaba sacarte del caos en el hotel. Pero luego de que te tuve aquí, sí, pensé en ese plan.

—Bueno, eso fue divertido —murmuré al aire, para que nada más el viento escuchara. Ni siquiera miré a Damien, pues él tampoco lo hacía.

—Definitivamente. Divertido y sexy —estuvo de acuerdo—. Pero —sí, ya lo veía venir, siempre había un pero—, no quiero que menciones esto a nadie. Tampoco quiero que se repita, ¿está bien?

—Sí, ya sé, lo típico —respondí resignada—. Solo nos besamos, no tiene por qué ser importante.

Excepto que… bueno, era mi primer beso. Y había sido fantástico.

Él guardó silencio antes de dejar escapar un suspiro.

—Siempre me gusta venir aquí para observar toda la ciudad debajo de mí. A veces eso me hace sentir gigante —comentó luego de un extenso momento silencioso.

No pude contener una risita.

—¿Estás riéndote de mí? —Fingió indignación.

—No, en absoluto. De hecho, creo que debo venir aquí más seguido, considerando que todos me tratan como si fuera una pequeña.

—Es malo querer crecer rápido. Luego te arrepentirás de haber deseado ser mayor, siempre es igual. Yo pasé por eso. Lo peor es que puedes caminar hacia adelante, pero nunca hacia atrás.

—Qué filosófico —argumenté. Luego un recuerdo me golpeó—. ¡Oh, Dios mío! —puse una mano sobre mis labios mientras un montón de imágenes regresaban a mi mente—. La matamos, por tu culpa la matamos. Enterramos viva a Rose.

Me puse de pie a toda velocidad al tiempo que la culpa me arruinaba el momento.

Damien también se levantó, frunciendo el ceño.

—¿Qué estás diciendo, Ania?

—Rose me lo mostró. Se murió porque la enterramos viva, me lo mostró todo. Dios mío, fuimos culpables. Somos culpables. Maté a una persona, y todo esto es tu culpa —me alteré.

Había sido su decisión no llamar a una ambulancia, insistiendo en que Rose estaba muerta. ¡Y no lo estaba!

—No otra vez —musitó en voz baja—. Cálmate, Ania. Los fantasmas mienten. Ellos mienten para mantenernos asustados.

—¡No, no! —empecé a gritar—. No, Jackson lo dijo también, matamos a Rose. Además, no hablamos de cualquier fantasma, estamos hablando de Rose. Ella no querría asustarnos, a menos que la hubiésemos asesinado.

—No te alteres. Los espíritus pueden tomar cualquier forma para hacerte creer mentiras. No puedes estar segura de que ese fantasma era realmente Rose. Yo mismo vi que estaba muerta cuando la encontramos en la bañera. Estaba muy muerta.

—No eres doctor, no sabes nada. Aunque quieras pretender que lo sabes todo, en realidad no sabes nada. Todo esto es tu culpa, Damien.

Cuando se aproximó, apoyé mis manos en su pecho y lo empujé.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now