Capítulo 5: El Cadáver

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—Si te sostienes de mi cintura, será menos peligroso —me explicó, hablando por encima de su hombro.

El motor de la máquina rugió al encenderse. De un momento a otro, estábamos moviéndonos. Tuve que apretar mi pecho contra su espalda para no caerme. El viento azotaba mi rostro, desordenando mi cabello, mientras atravesábamos las deslumbrantes y sombrías calles de Nueva York. Todo repleto de rascacielos radiantes, luces de neón, tráfico desmedido, olor a humo y carteles coloridos. Las estrellas eran invisibles debido a la inmoderada iluminación propia de la ciudad.

Las últimas cuadras se volvieron más oscuras, como callejones de mala muerte. Adrien se detuvo al final de una calle sin salida, frente a un bar cuya señal luminosa representaba una gigantesca botella de cerveza.

Cuando apagó el motor, el silencio se extendió, apenas interrumpido por el bullicio de la ciudad y la música del bar.

—Aquí podremos hablar… —me dijo antes de bajar de la motocicleta y tenderme su mano—. Hablar sobre el hotel, claro.

Por un momento, mi conciencia quiso sabotearme. Sabía que había escapado con Adrien en un acto de rebeldía. Lo único que quería era rebelarme contra el mundo ahora que no estaba papá para vigilarme. Mi hermano no tenía derecho a darme órdenes. Yo también quería probar el mundo, su mundo. Salir con chicos, beber, hablar, divertirme… Sin importar las consecuencias. Quería equivocarme, cometer mis propios errores, para poder aprender.

Ahí estaba, con un extraño, en un bar de borrachos a los que no les importaba que fuese una menor de edad. Un extraño que podría ser cualquier cosa, desde un violador hasta un asesino.

Los dos avanzamos hacia la entrada. Cuando rodeó mis hombros con su brazo, me tensé.

Al ingresar al lugar, me encontré con una gran aglomeración de tipos ebrios fumando y apostando dinero. Adrien me condujo hasta una mesa y se sentó a mi lado en lugar de frente a mí.

—¿Quieres tomar algo? —inquirió. Era mi oportunidad para pedir cualquier cosa—. Tienes cara de nunca haber probado una cerveza, te pediré una.

Ordenó las bebidas a una camarera con apariencia de cabaretera.

—Entonces… —dije precipitadamente—. ¿Vas a hablarme sobre el hotel?

—Ah, sí. Cuando estás con una chica tan hermosa, se te olvidan las cosas.

Su coqueteo era encantador, aunque un tanto directo y poco romántico. Pero eso no me importaba en absoluto.

—El Hotel Nightmare… —lo presioné.

—Claro, el hotel —me cortó—. El hotel fue apodado “Nightmare” por los civiles, tras todos los acontecimientos que han ocurrido en ese lugar. Su nombre original solía ser Frimley Hall Hotel. Es de la época victoriana, muy antiguo.

Se detuvo para sacar algo de su bolsillo, una pequeña caja blanca. Cigarrillos. Encendió uno. La misma camarera de antes regresó con las bebidas y un par de menús.

—Y, ¿qué es eso que sucede en el hotel que los ciudadanos saben?

Empezaba a sonar como un policía en un interrogatorio.

—¿Quieres uno? —me ofreció un cigarrillo. Negué, horrorizada. Él se rió cuando reparó en mi expresión—. Pruébalo. Al principio puede no gustarte y hacerte toser, pero una vez que te acostumbras, no puedes parar.

Cogió mi mano y colocó el cilindro de papel dentro, cerrando mi puño alrededor. Se lo devolví.

—Lo siento, no fumo.

—Insisto, deberías probarlo.

Sacudí la cabeza.

—No, gracias.

El Hotel NightmareWhere stories live. Discover now