Capítulo 24

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El hombre encapuchado me guía hasta las afueras de Leal, llegamos hasta el bosque donde nos adentramos en la espesura del mismo. Leal se ha quedado a nuestras espaldas, mientras nos acercamos a la frontera. Me mantengo alerta, mirando cada acción del hombre. Es cierto que nos ha ayudado cuando lo hemos necesitado, por eso cuando me dijo para conocer su identidad no dudé en seguirlo.

Nos detenemos frente unos árboles, miro a todos lados para ver que no hay nada más aparte de árboles. Detengo a Azabache y me bajo, tomo las riendas para evitar que salga despavorido.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto desconfiada, el hombre se voltea, su rostro aún tapado por la capucha de su capa.

—Eres igual de impaciente que tu madre. —veo como vuelve a mirar hacia el frente, levanta una mano abierta manteniéndola en el aire. —Videtur

Las palabras son pronunciadas y frente a nosotros comienza a aparecer una gran mansión donde antes solo había árboles. Retrocedo unos pasos sorprendida, lo más seguro la casa estuviese rodeada por magia protectora para evitar a los extraños. Tengo entendido que solo hechiceros de alta alcurnia pueden realizar este tipo de magia. Además, recuerdo que cuando salíamos de Leal en el comienzo de la misión ha convocado tres sombras. Nos ayudó en Invernus utilizando un hechizo para transportarnos.

—¿Quién eres? —pregunto

—Entra y lo sabrás

El comienza a caminar hacia la mansión, sin esperarme o sin verificar que lo estoy siguiendo. Sin quedarme opción, comienzo a caminar halando al caballo. Al llegar a la puerta principal amarro a Azabache a un bebedero de agua al lado de la puerta, me giro para ver al hombre esperándome en el marco de la puerta la cual ahora se encuentra abierta.

—Sígueme

Obedezco sin replicar. Entro a la mansión soltando un jadeo de sorpresa. Es hermosa por dentro con un estilo rustico que te deja sin aliento. Nos encontramos en un gran salón donde se puede apreciar una chimenea a la izquierda con unos muebles negros de cuero frente a la misma. En el lado derecho se encuentra una mesa de madera rectangular la cual podían ocupar hasta ocho personas con sus sillas a juego.

—Para explicarte todo, debemos ir a mi estudio —escucho la voz del hombre, solamente asiento a pesar de que no me está viendo.

Caminamos derecho hasta entrar a un pasillo, donde me encuentro entretenida viendo las grandes pinturas familiares. Una en particular llama mi atención, es un cuadro rectangular con la pintura de una mujer de más o menos mi edad, con un largo cabello negro azabache y ojos azules. Mantiene una pose recta con su mano derecha sobre el mango de una espada, lleva una camisa manga larga azul ceñida al cuerpo con una coraza de metal por encima. Unos pantalones cortos rasgados y unas botas de cuero. Me detengo frente a la pintura, mirándola con nostalgia.

—Esa es...

—Nahiara. Antes de encontrarse con tu padre. Pero, te contaré todo dentro del estudio. Ven. —el hombre me insta a seguirlo. Brindándole una última mirada a la pintura de mi madre, lo sigo.

Nos detenemos frente a una puerta doble, él toma las manijas y la abre dejando ver una hermosa biblioteca. Los estantes de libros llegaban hasta el techo, llenos de libros de diferentes tamaños y grosores. En el medio se encuentra una mesa de madera rectangular sosteniendo decenas de libros cerrados. Detrás de la mesa se encuentra una silla de cuero negra.

El hombre chasquea los dedos haciendo que las linternas se prendiesen en fuego alumbrando la habitación. Veo como se quita la capucha y la coloca sobre la silla en la cual luego toma asiento. Por primera vez veo su rostro, es un hombre de la edad de mi padre, con el cabello negro corto y unos ojos oscuros como la noche, pero lo más que te engatusa de sus rasgos es su mirada felina.

La Guerrera de la LunaWhere stories live. Discover now