Capítulo 8

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Cuando llegamos a la frontera de Leal, el cielo ya está decorado con rayos anaranjados, y amarillos que iban desvaneciéndose mientras el sol se escondía. La frontera de Leal no es más que un gran río que rodea las afueras del bosque. Para cruzar hay un puente de madera que se extiende hasta el otro extremo del río. Por un momento, dejo que la belleza del atardecer me embriague, me voy en un estado de borrachera a causa del magnífico paisaje que se me presenta. Veo los últimos rayos del sol reflejándose en el agua del río como un espejo gigante haciendo que pareciera un lugar mágico.

—¡Deténganse! —la voz de Fredic me saca de mi ensoñación mientras veo que se detiene al igual que Aaron.

—Oh. Oh — jalo las riendas de mi caballo haciendo que se detenga a escasos metros del puente.

—¿Qué sucede caperucita? —pregunta Aaron con ojos cansados.

Habíamos estado cabalgando toda la tarde sin parar para llegar a la frontera antes de que anochezca. Es peligroso cabalgar cuando somos nosotros tres solamente, y más cuando uno de nosotros era un inepto en la lucha.

—Acamparemos aquí, le daremos agua y comida a los caballos, y mañana cuando salgan los primeros rayos del sol partiremos de nuevo —. Fredic ignora el apodo de Aaron, y nos da la orden. Asiento, bajando de mi caballo para dejarlo descansar.

Acaricio su hocico agradeciéndole el buen trabajo que ha hecho. Fredic y Aaron se bajan de sus caballos por igual, y todos caminamos hasta quedar un poco más cerca del rio. Nos desviamos del camino principal, Fredic no quería que estuviésemos visibles en la noche en medio del camino, y considerando nuestra situación yo tampoco lo quiero. Quisiera llegar a Mrak con el mínimo numero de batallas posibles.

—Aaron descansa yo llevaré a tu caballo a tomar algo de agua —. nos establecimos detrás de unos árboles, a unos cuantos pies del río el cual se puede escuchar perfectamente desde donde estábamos. Por lo que ellos pueden descansar mientras que yo les daría agua a los caballos y aprovecharía para darme un chapuzón.

—Gracias Emma.

Asiento y me dirijo hacia Fredic el cual hace una fogata en medio de nuestro campamento.

—Fredic voy a darle agua a los caballos, y traeré agua fresca. No tardo.

—Ten cuidado, y lleva tu espada.

—¿Cómo olvidar algo que es parte de mí?

Terminando la conversación tomo las riendas de los caballos, dos en una mano y uno en la otra, y me dirijo al río. Dejo que los caballos tomen agua, y cuando ya están satisfechos los amarro a unos de los arboles cercanos, con bastante cuerda para que puedan comer si así lo desean. Lo primero que hago es soltar mi cabello dejando que caiga sobre mi espalda como un manto. Lo peino con mis dedos hasta llegar a las puntas las cuales llegan hasta un poco más abajo de mi cintura. Debería cortarlo.

Dejando mi cabello a un lado, miro a todos lados alerta de cualquier movimiento. Cuando me aseguro de que el área está libre comienzo a desabrocharme el nudo de mi cinturón. Habíamos decidido que no usaríamos nuestro uniforme oficial para no levantar sospechas y atraer atención innecesaria. Por lo que llevo una camisa azul abierta sin mangas, la cual cerraba con un cinturón negro de tela, unos pantalones bombachos negros cerrados a los tobillos y unos zapatos negros cerrados de algodón. Lo único que me faltaba por quitarme era la ropa interior, la cual al terminar la coloqué con los demás.

Entro al agua de un zambullido pasando el frio inicial dejando la frescura en su lugar. La luna ya está decorando el cielo con las estrellas de compañeras. Es una noche realmente bella, restriego mi cabello tratando de dejarlo lo más limpio posible, disfruto del agua y la tranquilidad que me brinda. Veo los caballos pastar de manera tranquila y sonrío para luego cerrar los ojos para disfrutar del baño.

La Guerrera de la LunaМесто, где живут истории. Откройте их для себя