Capítulo 4

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Las blancas paredes de la enfermería me ahogan. Me hacen sentir aún más enferma de lo que estoy. Siempre he odiado a los médicos, curanderos, cuidadoras; en fin, todo lo que tenga que ver con salud. Por lo menos, tengo a Fredic a mi lado mientras esperamos que una cuidadora venga. Me mantiene ocupada al contarme chistes, que, aunque no harían reír a nadie, al menos me mantiene ocupada, pero aún así quiero salir corriendo. ¿Qué me lo impide?

Ah, sí.

El dolor que tengo en el cuerpo, por la golpiza.

—Me quiero ir —. gruño mientras permanezco acostada en la cama.

—Tienen que vendarte.

—Aun así. Quiero irme.

—Mejor cállate. Espera que la cuidadora llegue.

Resoplo, molesta con su actitud.

No quiero esperar.

Quiero irme.

Los recuerdos de la pelea de hace unos instantes llega a mi mente, causándome una sonrisa. Tal vez me hayan dejado puré, pero hemos pasado el entrenamiento. En dos días seremos guerreros de la Guardia Real.

—¿Te has vuelto loca? ¿De que te ríes? —la pregunta de Fredic me hace sonreír aún más.

—Fredic —. volteo mi rostro hasta mirarlo a los ojos. —Hemos pasado el entrenamiento.

Mi amigo sabe lo importante que es para mí, así que cuando termino de decirle mis pensamientos una sonrisa aparece en su rostro. Su mano llega hasta mi cabello acariciándolo suavemente, como un hermano mayor.

—Descansa, enana.

Nos quedamos en silencio hasta que la cuidadora llega a vendarme las heridas. Según ella, podía tener unas costillas fracturadas y que mañana amanecería con un dolor insoportable, pero no me importa. Habíamos pasado la prueba y eso era lo más importante. Luego de que la cuidadora me vendase, me indica que debo reposar al menos dos horas antes de irme a mi habitación.

Habían llamado a Fredic, por lo que tuvo que irse dejándome sola. Por más que quiero, no puedo dormir. Por lo que me mantengo observando el techo blanco. Escucho alguien tocar dos veces la puerta por lo que indico que puede pasar, sea quien sea. Cualquier distracción es bienvenida.

—Hola —. la voz de Aaron llega hasta mis oídos alegrándome.

—¡Aaron!

Con dificultad trato de sentarme en la cama, por lo que Aaron al fijarse, me ayuda con delicadeza.

—Aaron no soy de cristal —. comento divertida al ver como toma mis brazos con delicadeza para arrastrarme hacia arriba, quedando sentada en la cama.

—Em —. el apodo que me tiene sale a relucir en nuestra conversación. Ahora que noto el rostro de Aaron, está tenso y con una mirada seria.

—Aaron ¿Qué ocurre? —pregunto preocupada, coloco una mano en su mejilla con delicadeza. Mis ojos reflejando mi preocupación. —Puedes decirme.

—Te lastimaron.

De momento todo conecta en mi cabeza. Aaron intentó detener la pelea, pero no pudo. Ni siquiera siendo el príncipe de Leal, pudo detenerla. Conociéndolo, se debe sentir culpable e inservible. Soltando un suspiro, tomo su rostro entre mis dos manos para obligarlo a mirarme a los ojos.

—Aaron, no tienes la culpa. Este es el camino que yo he elegido. Así que anímate y se feliz por tu amiga que ha pasado la prueba. Dentro de dos días será parte de la Guardia Real. El sueño de toda su vida.

La Guerrera de la LunaWhere stories live. Discover now